El Senado
había dado su visto bueno al pacto el 30 de junio, con 54
votos a favor y 45 en contra. El texto ahora se enviará a
la mesa del presidente de EEUU, George W. Bush, para su firma.
La
gran mayoría de los demócratas votaron contra el acuerdo
y a ellos se unieron una veintena de republicanos, que no fueron
suficientes para doblegar al resto del partido de Bush con un puñado
de demócratas rebeldes.
El
sí del Congreso significa que el acuerdo se aplicará
desde el 1 de enero entre EEUU y los países de la región
que lo han ratificado, que hasta ahora son El Salvador, Guatemala
y Honduras.
Las
legislaturas de Costa Rica, Nicaragua y República Dominicana
no lo han rubricado aún, pero la decisión de hoy de
la Cámara será una llamada de urgencia para que lo
aprueben, según los expertos.
El
acuerdo prevé la supresión por parte de los países
miembros de la gran mayoría de los aranceles que gravan el
comercio. Además, establece normas comunes de inversión
y protección de la propiedad intelectual.
La
ratificación pone fin a meses de incertidumbre en los que
los líderes republicanos han atrasado una y otra vez la votación
al carecer de los apoyos suficientes en la Cámara de Representantes
para garantizar la aprobación, a pesar de que tienen la mayoría
de los escaños.
Para
resaltar la importancia del acuerdo y para torcer el brazo a los
últimos indecisos de su partido, Bush acudió al Congreso,
el martes por la mañana, acompañado por el vicepresidente,
Dick Cheney, el Representante de Comercio Exterior, Robert Portman,
y algunos otros asesores principales.
En
esa visita, muy rara, el presidente resaltó las "implicaciones
estratégicas o de seguridad nacional del acuerdo", pues
apoya "democracias emergentes", según explicó
posteriormente el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan.
Para
añadir sustancia a las palabras, los líderes republicanos
dieron concesiones a las industrias azucarera y textil a fin de
ganarse el apoyo de legisladores que representan a distritos con
empresas de estos sectores.
Además,
entre bambalinas ofrecieron a congresistas indecisos financiar infraestructuras
y proyectos no relacionados con el CAFTA-DR, como se conoce al pacto
en inglés.
El
resultado en la Cámara se supo a las 00:06 de la madrugada,
hora local, 04:06 GMT del jueves, tras más de una hora de
votación durante la cual ambos lados estuvieron prácticamente
empatados hasta que quedaron un puñado de legisladores, que
se mantuvieron duros de roer.
Anteriorment,
se había celebrado durante unas dos horas y media un acalorado
debate en el pleno, que partidarios y detractores usaron para reiterar
los argumentos que han esgrimido hasta la extenuación para
justificar su posición.
Los
líderes republicanos han promovido el acuerdo como un mecanismo
para fomentar el crecimiento en América Central y República
Dominicana, aumentar las exportaciones estadounidenses y reducir
la inmigración a Estados Unidos.
La
mayoría de los demócratas, por su parte, han argumentado
que no protege lo suficiente los derechos de los trabajadores en
la región y que agravará la tendencia de empresas
estadounidenses a desplazarse a países donde la mano de obra
es más barata.
Durante
el debate en el pleno, la líder de los demócratas,
Nancy Pelosi, de California, calificó el pacto como "un
paso atrás para los trabajadores en América Central
y un destructor de empleos en Estados Unidos".
Por
su parte, algunos republicanos presentaron una perspectiva ominosa
si la Cámara no lo aprobaba. Peter Hoekstra (Michigan) afirmó
que su rechazo colocaría a la región "en las
garras de Hugo Chávez (presidente) de Venezuela y de Fidel
Castro", jefe del Estado cubano.
El
CAFTA-DR ha sido el acuerdo comercial más disputado en el
Congreso de EEUU desde que en 1993 se aprobó el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte, que creó una
unión aduanera entre Estados Unidos, Canadá y México.
Entonces
la Cámara de Representantes registró 234 votos a favor
y 200 en contra de ese acuerdo. EFE
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