Integradas
por unos 100,000 jóvenes (de una población total de
7 millones de habitantes), sobre todo de barriadas marginales, las
maras se convirtieron en el centro de la campaña electoral
debido a la espiral de violencia que vive el país.
El candidato presidencial oficialista
Porfirio Lobo, del Partido Nacional (PN), prometió “puño
fuerte” contra las pandillas e incluso habló de reinstaurar
la pena de muerte, mientras que su contendor Manuel Zelaya, del
Partido Liberal (PL), ofreció hacer cumplir la ley pero habló
de rehabilitación.
En un comunicado de última
hora dado a conocer la noche del sábado, la Mara Salvatrucha
(MS) hizo un llamado a los candidatos presidenciales para que pongan
fin a la política de represión y le den una oportunidad
a decenas de miles de jóvenes de rehabilitarse.
“No somos animales”,
les dijeron los pandilleros a Zelaya y a Lobo en una carta emitida
desde la Penitenciaría Nacional, 30 km al norte de la capital.
Lo que se pide es “una oportunidad de rehabilitarnos y vivir
una vida normal”, agregaron.
“Enséñennos
a trabajar y a educarnos, y nosotros estaremos muy agradecidos.
Habemos muchos que queremos cambiar”, indica la nota hecha
llegar a la AFP.
“No estén hablando
de violencia. Ayuden al país a salir adelante (...) Por el
amor de Dios, dennos una oportunidad. No somos animales, no nos
traten así, dennos una oportunidad de rehabilitarnos y vivir
una vida normal”, señala la nota, suscrita por los
jefes de la MS, que utilizan los seudónimos de “El
Killer”, “Jean Carlo”, “Alex Lobo”
y “Waiter”.
Contraria a la posición de
la MS, los líderes de la Mara 18 (M-18), recluidos en otro
pabellón de la Penitenciaría Nacional, dijeron el
viernes a la AFP que las elecciones les valían “un
pepino” porque los políticos nunca se han preocupado
por ellos.
“A nosotros nos importa un
pepino las elecciones del domingo, no tienen nada que ver con nosotros.
Ningún gobierno está dispuesto a preocuparse por nuestras
vidas”, afirmó uno de ellos.
El gobierno de Ricardo Maduro instauró
desde el año 2002 una política de represión
a los jóvenes pandilleros y modificó el Código
Penal, lo que le permite a la policía detener a todas aquellas
personas que lleven algún tatuaje o vistan como pandilleros.
Tal política ha sido fuertemente
cuestionada por organismos de derechos humanos, que opinan que ha
estimulado la represión y que incluso ha alentado la formación
de escuadrones de la muerte al interior de los organismos de seguridad
del Estado.
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