El año empezó con buena cara para el presidente. El
20 de enero juró su cargo en el Capitolio tras haber ganado
las elecciones por más de un millón de votos y con
unos índices de popularidad en torno al 55 por ciento, muy
aceptables para un su segundo mandato.
"Tengo
capital político y estoy dispuesto a gastarlo", declaró
entonces el presidente.
A
juzgar por cómo le ha ido este año lo que ha hecho
es despilfarrarlo.
En
los primeros meses se apuntó varios tantos. Por ejemplo,
su gira por Europa le permitió dar por cerradas heridas abiertas
a raíz de la guerra con Irak.
Pero
su gran prioridad entonces era la reforma del sistema de pensiones
del país, que asegura que quedará obsoleto años
si no se toman medidas ya.
Aunque
viajó por todo el país para promover su plan, que
preveía la conversión del sistema en cuentas privadas
de ahorro, no encontró acogida entre la población
y se vio obligado a archivar su propuesta.
Otra
de sus grandes apuestas, el tratado de libre comercio con Centroamérica
y la República Dominicana (CAFTA-DR) le costó muchos
más sudores y presiones a los legisladores de lo que esperaba.
Finalmente se aprobó por sólo dos votos.
De
fondo, siempre presente, estaba Irak. Si el año comenzó
con buenas noticias -el éxito de los comicios para un gobierno
provisional en enero-, la violencia no llevaba visos de disminuir.
En
ese clima, en agosto tuvo lugar un hecho aparentemente insignificante
pero que dio lugar a una bola de nieve: la madre de un soldado muerto
en Irak, Cindy Sheehan, acampó frente al rancho presidencial
en Crawford (Texas) para exigir que Bush le explicara personalmente
por qué había muerto su hijo.
Los
índices de popularidad presidencial comenzaron a caer ligeramente,
en medio de la preocupación de los ciudadanos por la marcha
de la guerra.
Y
en estas llegó el huracán Katrina.
Si
hay que marcar un punto de inflexión en la fortuna de Bush
como presidente, es el 29 de agosto, el día que el ciclón
inundó Nueva Orleans.
La
desastrosa gestión federal de esa crisis precipitó
los niveles de popularidad de Bush en torno al 40 por ciento, el
nivel más bajo hasta entonces. Peor aún, la mayor
parte de los ciudadanos consideró que el presidente tenía
una responsabilidad personal.
En
un intento de reparar el daño, Bush multiplicó sus
viajes a la zona afectada. La respuesta federal a "Rita",
el segundo huracán en la zona, un mes después fue
mucho más coordinada.
Pero
la popularidad del presidente no ha vuelto a levantar cabeza. En
parte le afectaron los altos precios de la gasolina, que alcanzaron
niveles récord tras los huracanes. Tampoco le ayudó
su fracaso en lograr un acuerdo sobre el Area de Libre Comercio
de las Américas (ALCA) en la Cumbre de Mar del Plata este
noviembre.
"Tocado"
le dejó también su propuesta original para cubrir
una vacante en el Tribunal Supremo, la consejera legal de la Casa
Blanca Harriet Miers, que tuvo que retirarse ante la oposición
de la derecha republicana, que por primera vez se enfrentó
a Bush.
Finalmente,
Bush tuvo que nombrar otro candidato más al gusto conservador,
el juez Samuel Alito.
Lo
peor para el presidente llegó casi al mismo tiempo, en octubre,
cuando se presentaron cargos contra el alto funcionario de la Casa
Blanca Libby Scooter en la investigación sobre la filtración
a la prensa del nombre de una agente de la CIA, Valerie Plame.
La
popularidad de Bush cayó aún más, al 37 por
ciento. Por primera vez, según las encuestas, los estadounidenses
empezaron a poner en duda la integridad presidencial.
Esa
misma semana se llegó en Irak a los 2.000 soldados estadounidenses
muertos, lo que ha contribuido a un descenso cada vez más
notable del apoyo a la guerra.
Ello
ha obligado al Gobierno a lanzar una campaña de relaciones
públicas para defender la estrategia en el conflicto.
En
parte por ella y en parte por las buenas noticias económicas,
el presidente se ha recuperado ligeramente en las encuestas y su
popularidad vuelve a rondar el 40 por ciento.
Pero
de cómo evolucione la guerra y, especialmente, si EEUU puede
comenzar a retirar algunas tropas, dependerá en buena parte
el que el año próximo los estadounidenses se reconcilien
con su presidente o, por el contrario, Bush tenga otro nuevo año
de hiel. EFE
|