El año de mieles acabó siendo de hieles para Bush
   

09 de diciembre de 2005

Washington - El presidente de EEUU, George W. Bush, comenzó este año con una ceremonia de investidura por todo lo alto para su segundo mandato, pero lo acaba con su popularidad en sus niveles más bajos y a la defensiva por el problema de Irak.


El año empezó con buena cara para el presidente. El 20 de enero juró su cargo en el Capitolio tras haber ganado las elecciones por más de un millón de votos y con unos índices de popularidad en torno al 55 por ciento, muy aceptables para un su segundo mandato.

"Tengo capital político y estoy dispuesto a gastarlo", declaró entonces el presidente.

A juzgar por cómo le ha ido este año lo que ha hecho es despilfarrarlo.

En los primeros meses se apuntó varios tantos. Por ejemplo, su gira por Europa le permitió dar por cerradas heridas abiertas a raíz de la guerra con Irak.

Pero su gran prioridad entonces era la reforma del sistema de pensiones del país, que asegura que quedará obsoleto años si no se toman medidas ya.

Aunque viajó por todo el país para promover su plan, que preveía la conversión del sistema en cuentas privadas de ahorro, no encontró acogida entre la población y se vio obligado a archivar su propuesta.

Otra de sus grandes apuestas, el tratado de libre comercio con Centroamérica y la República Dominicana (CAFTA-DR) le costó muchos más sudores y presiones a los legisladores de lo que esperaba. Finalmente se aprobó por sólo dos votos.

De fondo, siempre presente, estaba Irak. Si el año comenzó con buenas noticias -el éxito de los comicios para un gobierno provisional en enero-, la violencia no llevaba visos de disminuir.

En ese clima, en agosto tuvo lugar un hecho aparentemente insignificante pero que dio lugar a una bola de nieve: la madre de un soldado muerto en Irak, Cindy Sheehan, acampó frente al rancho presidencial en Crawford (Texas) para exigir que Bush le explicara personalmente por qué había muerto su hijo.

Los índices de popularidad presidencial comenzaron a caer ligeramente, en medio de la preocupación de los ciudadanos por la marcha de la guerra.

Y en estas llegó el huracán Katrina.

Si hay que marcar un punto de inflexión en la fortuna de Bush como presidente, es el 29 de agosto, el día que el ciclón inundó Nueva Orleans.

La desastrosa gestión federal de esa crisis precipitó los niveles de popularidad de Bush en torno al 40 por ciento, el nivel más bajo hasta entonces. Peor aún, la mayor parte de los ciudadanos consideró que el presidente tenía una responsabilidad personal.

En un intento de reparar el daño, Bush multiplicó sus viajes a la zona afectada. La respuesta federal a "Rita", el segundo huracán en la zona, un mes después fue mucho más coordinada.

Pero la popularidad del presidente no ha vuelto a levantar cabeza. En parte le afectaron los altos precios de la gasolina, que alcanzaron niveles récord tras los huracanes. Tampoco le ayudó su fracaso en lograr un acuerdo sobre el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de Mar del Plata este noviembre.

"Tocado" le dejó también su propuesta original para cubrir una vacante en el Tribunal Supremo, la consejera legal de la Casa Blanca Harriet Miers, que tuvo que retirarse ante la oposición de la derecha republicana, que por primera vez se enfrentó a Bush.

Finalmente, Bush tuvo que nombrar otro candidato más al gusto conservador, el juez Samuel Alito.

Lo peor para el presidente llegó casi al mismo tiempo, en octubre, cuando se presentaron cargos contra el alto funcionario de la Casa Blanca Libby Scooter en la investigación sobre la filtración a la prensa del nombre de una agente de la CIA, Valerie Plame.

La popularidad de Bush cayó aún más, al 37 por ciento. Por primera vez, según las encuestas, los estadounidenses empezaron a poner en duda la integridad presidencial.

Esa misma semana se llegó en Irak a los 2.000 soldados estadounidenses muertos, lo que ha contribuido a un descenso cada vez más notable del apoyo a la guerra.

Ello ha obligado al Gobierno a lanzar una campaña de relaciones públicas para defender la estrategia en el conflicto.

En parte por ella y en parte por las buenas noticias económicas, el presidente se ha recuperado ligeramente en las encuestas y su popularidad vuelve a rondar el 40 por ciento.

Pero de cómo evolucione la guerra y, especialmente, si EEUU puede comenzar a retirar algunas tropas, dependerá en buena parte el que el año próximo los estadounidenses se reconcilien con su presidente o, por el contrario, Bush tenga otro nuevo año de hiel. EFE