"Cuando
supo de la existencia de mi libro, enseguida Bush quiso leerlo.
Primero porque trata sobre terrorismo y segundo por que la guerra
contra el terror fue lanzada antes que él", señaló
Edvard Radzinski, autor del "Alejandro II: el último
gran Zar".
Este
libro fue uno de los que Bush se llevó a su rancho de Texas
durante sus vacaciones de verano y le impactó tanto que envió
esta semana un mensaje de felicitación a su autor, al que
regaló una pluma de oro con su autógrafo.
"Eso
significa que lo leyó detenidamente. Espero que le sea útil.
Eso
de que Bush es un vaquero y no lee libros, es un mito", dijo
Radzinski a la agencia RIA-Nóvosti.
Alejandro
II, que gobernó Rusia desde 1855 hasta su muerte en 1881
víctima de un atentado terrorista en San Petersburgo, ha
pasado a la historia como un reformista que acabó con la
servidumbre de gleba.
Esta
liberación tuvo lugar en febrero de 1861 dos años
antes de que Abraham Lincoln suscribiera el día de año
nuevo de 1863 la Proclama de Emancipación de los negros americanos.
Este
Gorbachov del siglo XIX experimentó similar decepción
que el último dirigente soviético, ya que su ambiciosa
política reformista se volvió contra él en
forma de una ola de indiscriminados ataques terroristas.
"Mi
libro habla sobre la mayor organización terrorista del mundo
en su tiempo", señala el historiador ruso de 69 años.
Radzinski
habla de "La Voluntad del Pueblo", organización
terrorista anarquista que atentó hasta en seis ocasiones
contra el "Zar Libertador", como era conocido por sus
conciudadanos.
Los
anarquistas rusos consiguieron finalmente su objetivo al colocar
una bomba al paso del carruaje del zar frente a la Iglesia de Cristo
Salvador de San Petersburgo el 14 de marzo de 1881.
En
el atentado murieron cuatro personas, incluido un niño, y
veinte resultaron gravemente heridas.
Curiosamente,
los autores del asesinato de Alejandro II lo planearon durante varias
semanas en un pequeño apartamento contiguo al del gran novelista
ruso, Fedor Dostoyevski.
Esa
Al Qaida del siglo XIX, insatisfecha con las reformas de la Perestroika
lanzada por el zar, era partidaria de la "revolución
permanente" y la "destrucción total".
"El
revolucionario es un hombre condenado. No tiene intereses, sentimientos,
propiedad, ni siquiera nombre. Su vida está consumida por
un solo pensamiento, una sola pasión: revolución",
señaló Andréi Zheliabov, uno de los dirigentes
de la "Voluntad del Pueblo".
El
líder del grupo, al que también pertenecía
el hermano de Lenin, Alexandr Ulianov, que fue ahorcado después
de atentar en 1887 contra Alejandro III, agregó "si
morimos, siempre habrá otros".
Los
organizadores del atentado, Zheliabov y su esposa, Sofía
Perovskaya, fueron detenidos y ahorcados, pero fueron rehabilitados
por las autoridades soviéticas en 1917 que les pusieron sus
nombres a dos calles en Tver, que aún perduran.
Los
terroristas consiguieron atemorizar a todo el país, con el
asesinato de funcionarios, militares de alto rango e incluso la
voladura el 5 de febrero de 1880 de una sección del Palacio
de Invierno, que costó la vida a 50 personas.
La
muerte del zar a manos de los terroristas frenó en seco las
reformas políticas en Rusia, ya que su hijo Alejandro III
se mostró reacio a convocar elecciones, abolir la censura
y suavizar las leyes antisemitas.
"En
un cruce de caminos histórico. Rusia, una vez más,
tomó el camino equivocado", señala el autor.
El
gran escritor estadounidense, Mark Twain, rindió homenaje
a Alejandro II tras reunirse con él en Yalta (Mar Negro)
en otoño de 1867.
"Estados
Unidos debe mucho a Rusia. El aprecio de los norteamericanos por
Alejandro II pervivirá durante años. Sólo un
demente puede pensar que alguna vez América viole su fidelidad
al zar con una palabra o acción injustas", dijo.
Durante
los 26 años que Alejandro II gobernó Rusia, Dostoyevski,
Tolstói y Turgeniev escribieron sus mejores obras, mientras
Mendeleyev publicó la Tabla Periódica de Elementos
químicos.
Una
estatua de bronce de Alejandro II fue erigida hace unos meses junto
a la Catedral de Cristo Salvador a las orillas del río Moscú.
Otra
razón por la que Alejandro II ha pasado a la historia es
la venta de Alaska a Estados Unidos por una cifra simbólica
de 7 millones 600 mil dólares.
El
zar, que aún es mentado por sus compatriotas por esta decisión,
intentaba ayudar a los estadounidenses a contrarrestar la hegemonía
británica en América del Norte. EFE
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