"Lamento
que la niña haya perdido la vida. Yo no debería
estar aquí", señaló.
Cuando confesó su crimen a la policía, Salazar,
cuyos abogados afirmaron que era un retardado mental, relató
que, el 23 de abril de 1997, se había indignado porque
la niña, Adriana Gómez, no dejaba de llorar mientras
él se bañaba.
Golpeó
a la niña en la cabeza, en el pecho y en el abdomen, según
el informe forense.
"No tuve la intención de herir a Adriana. No quiero
que la gente piense que soy una mala persona por lo que hice",
aseguró Salazar en esa ocasión, según el
informe policial.
Salazar
fue el sexto convicto ejecutado ese año en Texas. El estado
tiene prevista para la próxima semana la ejecución
del también hispano Raymond Martínez, condenado
a muerte por matar a balazos al dueño de un bar durante
un asalto en 1983. EFE