El vino de coyol delicia natural que sólo se deja beber en verano
   
26 de abril de 2006 

Tegucigalpa - El vino de coyol, una bebida que se extrae de una palmera que abunda en Honduras y que para beberlo hay que esperar al verano, supone unos ingresos económicos significativos para los agricultores que lo comercializan en botellas sin etiquetas.

Para beber un buen vino de coyol, que tiene un aspecto blanco lechoso, no hace falta que se vuelva añejo en barriles de cedro, basta con cortar una palmera en plena madurez, que oscila entre los 10 y 15 años, según los expertos.

 

Cortada la palmera, al día siguiente se le abre un agujero mediano en la parte superior, unos cuantos centímetros debajo de donde nacen sus hojas, explicó a EFE Adolfo Munguía, un ex hacendado de 72 años de edad, quien durante mucho tiempo explotó el vino de coyol para consumo familiar.

El agujero, suficiente como para introducir una taza, es cubierto para evitar que el vino que brotará de la palmera se ensucie.

Al segundo o tercer día, agregó Munguía, "se le extrae la primera agua, que no es muy buena y se tapa. Un día después se puede comenzar a extraer -de dos a tres veces diarias- el vino que se ha fermentado en la misma palmera".

El vino, de sabor agridulce, cuando se consume en exceso provoca mucha hambre, señaló Munguía.

La palmera puede ser explotada durante unos quince días, aunque en algunas, si crecieron en tierra húmeda y muy fértil, su producción durar más de un mes.

Durante muchos años Munguía cultivó la palmera en una hacienda que tuvo en San Francisco de Becerra, departamento oriental de Olancho.

Algunos pobladores de Olancho se atribuyen el descubrimiento del vino de coyol, aunque en el norte y otras regiones del país también se explota la palmera vinícola.

Munguía recuerda que, a su esposa, Piedad Santos, "cuando éramos novios, la llevaba a tomar vino de coyol al pie del árbol, donde tiene el mejor sabor".

Después, ambos fueron al mismo sitio de la hacienda con sus hijos y nietos como Leonarda y Ana Fabiola, a degustar el vino más popular de Honduras, que se toma con o sin copas.

La palmera produce en grandes racimos una fruta de pulpa amarillenta y hueso durísimo y negro, con el que se pueden hacer botones, sortijas y otros adornos.

El mismo fruto del coyol, preparado en miel, se consume en muchos hogares hondureños, como postre en las comidas de Semana Santa.

La agradable bebida también puede embriagar, efecto que se logra prolongando su fermentación, dijo Munguía, quien conoce el vino de coyol "desde que tengo uso de razón".

Desde hace muchos años, el vino de coyol representa un ingreso económico para familias hondureñas del campo, que lo comercializan en botellas sin etiqueta y en la misma palmera.

Entre febrero y abril, los meses más calurosos, en Olancho y otras regiones abundan las "paseras", sitios con muchas palmeras derribadas que están en plena producción de vino de coyol.

El criterio generalizado de los consumidores es que el vino sabe mejor al pie del árbol.

El bebedor literalmente se rinde utilizando un tubo para sorber, que puede ser bambú o cualquier otra planta, incluso artificial.

A la punta del tubo que se introduce en la palmera se le amarra un filtro que puede ser de un trapo limpio, aunque algunos prefieren la cola de ternero por lo fino de sus pelos.

El filtro garantiza un trago de vino libre de cualquier suciedad que pudo caer o de los residuos que emanan durante la fermentación.

La palmera del coyol es de mediana altura, aunque en algunas zonas fértiles puede alcanzar hasta los seis metros.

Su tronco está provisto de espinas negras, largas y fuertes, que no permiten abrazarla como para agradecerle por su bondad, por naturaleza generosa en verano. EFE