‘The Movie Business Book’: Hollywood ante el precipicio
de Internet

   
20 de junio de 2006

La editorial T y B ha publicado con tremendo acierto y valor un libro tan voluminoso como imprescindible. Se trata de ‘El juego de Hollywood’, una reedición matizada y actualizada de ‘The Movie Business Book’, concienzudo estudio supervisado por Jason E. Squire, ejecutivo de estudios como United Artists o Fox y profesor en la prestigiosa escuela de cine USC. En el libro, una interesante guía sobre la industria del cine norteamericano, participan figuras tan fundamentales como el productor David Puttnam, los directores Mel Brooks y Sydney Pollack o el guionista William Goldman.


Aunque las conocidas firmas citadas tienen su importancia en el trabajo editado por Squire, lo más interesante del libro es que da voz a figuras del negocio o del oficio que muchos desconocemos. Por ejemplo el agente literario, el editor de guiones, el presidente de un estudio, el abogado, el agente de talentos, el director de producción, el jefe d marketing, el experto en mercados, el distribuidor, el minorista de DVD, etc. Es decir: una verdadera visión global que no atiende a tópicos, sino que muestra a las claras todos los resortes de un inmenso negocio que ahora pasa por horas bajas y por un imparable proceso de transformación.

‘El juego de Hollywood’ refleja muy acertadamente las viejas transformaciones (ley anti-Trust y estrellas liberadas de los estudios que pedían porcentaje en taquilla) y los últimos cambios que la industria del cine norteamericano ha sufrido.

En los setenta La guerra de las galaxias cambió la faz de Hollywood: había que estrenar con miles de copias a la vez y en todo el mundo, había que desarrollar los productos derivados.
En los ochenta llegó la revolución del video (la gente, por primera vez, se llevaba las películas que quisiera a casa) y el cable y los ingresos de estas ventanas crearon un extra monetario que se gastó en producciones cada vez más costosas, más gigantes. La de los ochenta también fue la década de las secuelas, del gran marketing, y de la consolidación total del merchandising: discos, juguetes, camisetas, juegos…

En los noventa vinieron las grandes absorciones financieras. Los conglomerados mediáticos se harían con el control de los estudios. La mitad de la propiedad de las llamadas majors quedó en manos extranjeras. El ejemplo más llamativo fue la compra de la mítica Columbia Pictures por parte de la japonesa Sony. De ahí el chiste de Robert Altman en el film homónimo ‘El juego de Hollywood’, cuando vemos, en su arranque, a los japoneses pasear por los estudios como si de un parque temático se tratase.

Con la entrada del nuevo siglo, llega la lluvia de remakes, la globalización y la duda, una crisis evidente tanto en ideas como en ingresos y en la rentabilidad de un negocio dependiente de factores impredecibles. Nadie, en Hollywood, ha sabido nunca qué funcionará o no. Internet, además, en vez de ser el nuevo e ilimitado terreno de ingresos que se anunciaba, se ha convertido, en gran medida, en un enemigo por culpa de las millones de descargas ilegales o de la piratería.

El futuro de Hollywood, con films que no se han desinflado pero que sí han dado menos dinero del estimado como King Kong o El código da Vinci, es verdaderamente incierto. Quien sabe si con esta nueva crisis, y como sucedió en los sesenta, surgen nuevos talentos que hagan temblar los cimientos de una industria siempre encorsetada y sumamente conservadora.

Los expuestos son síntomas de un cambio, pero no radical de momento. Hollywood sigue las viejas consignas de los negociantes y continúa apostando más por las estrellas y los efectos especiales que por las historias o la renovación del lenguaje.
Como bien dice Sydney Pollack en el libro, ahí están, para demostrar cómo se lucha aun por el gran poder, los agentes y sus argucias. Así lo explica:

“La nueva y más dura raza de agentes define sus méritos según un nuevo conjunto de normas, que tienen que ver con ser empaquetadores, políticos, captadores de inteligencia e intercambiadores de información para congraciarse consigo mismos y ser considerados inconfundibles a la hora de competir.
Una consecuencia de su nuevo poder es que hoy las agencias comparten con los estudios una gran parte del proceso de toma de decisiones en lo referente a qué películas se hacen. Ese proceso fue una vez competencia exclusiva del estudio.
La cuestión es, ¿ha dado esto como resultado mejores películas? Yo no lo creo. ¿Dan estas películas más dinero? Sin duda, sí. ¿Es esa la principal razón para la existencia de Hollywood? Claramente, sí”.

Tomado del Periodista Digital

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