Aunque
las conocidas firmas citadas tienen su importancia en el trabajo
editado por Squire, lo más interesante del libro es que
da voz a figuras del negocio o del oficio que muchos desconocemos.
Por ejemplo el agente literario, el editor de guiones, el presidente
de un estudio, el abogado, el agente de talentos, el director
de producción, el jefe d marketing, el experto en mercados,
el distribuidor, el minorista de DVD, etc. Es decir: una verdadera
visión global que no atiende a tópicos, sino que
muestra a las claras todos los resortes de un inmenso negocio
que ahora pasa por horas bajas y por un imparable proceso de
transformación.
‘El juego de Hollywood’ refleja
muy acertadamente las viejas transformaciones (ley anti-Trust
y estrellas liberadas de los estudios que pedían porcentaje
en taquilla) y los últimos cambios que la industria del
cine norteamericano ha sufrido.
En los setenta La guerra de las galaxias cambió
la faz de Hollywood: había que estrenar con miles de
copias a la vez y en todo el mundo, había que desarrollar
los productos derivados.
En los ochenta llegó la revolución del video (la
gente, por primera vez, se llevaba las películas que
quisiera a casa) y el cable y los ingresos de estas ventanas
crearon un extra monetario que se gastó en producciones
cada vez más costosas, más gigantes. La de los
ochenta también fue la década de las secuelas,
del gran marketing, y de la consolidación total del merchandising:
discos, juguetes, camisetas, juegos…
En los noventa vinieron las grandes absorciones
financieras. Los conglomerados mediáticos se harían
con el control de los estudios. La mitad de la propiedad de
las llamadas majors quedó en manos extranjeras. El ejemplo
más llamativo fue la compra de la mítica Columbia
Pictures por parte de la japonesa Sony. De ahí el chiste
de Robert Altman en el film homónimo ‘El juego
de Hollywood’, cuando vemos, en su arranque, a los japoneses
pasear por los estudios como si de un parque temático
se tratase.
Con la entrada del nuevo siglo, llega la lluvia
de remakes, la globalización y la duda, una crisis evidente
tanto en ideas como en ingresos y en la rentabilidad de un negocio
dependiente de factores impredecibles. Nadie, en Hollywood,
ha sabido nunca qué funcionará o no. Internet,
además, en vez de ser el nuevo e ilimitado terreno de
ingresos que se anunciaba, se ha convertido, en gran medida,
en un enemigo por culpa de las millones de descargas ilegales
o de la piratería.
El futuro de Hollywood, con films que no se
han desinflado pero que sí han dado menos dinero del
estimado como King Kong o El código da Vinci, es verdaderamente
incierto. Quien sabe si con esta nueva crisis, y como sucedió
en los sesenta, surgen nuevos talentos que hagan temblar los
cimientos de una industria siempre encorsetada y sumamente conservadora.
Los expuestos son síntomas de un cambio,
pero no radical de momento. Hollywood sigue las viejas consignas
de los negociantes y continúa apostando más por
las estrellas y los efectos especiales que por las historias
o la renovación del lenguaje.
Como bien dice Sydney Pollack en el libro, ahí están,
para demostrar cómo se lucha aun por el gran poder, los
agentes y sus argucias. Así lo explica:
“La nueva y más dura raza de agentes
define sus méritos según un nuevo conjunto de
normas, que tienen que ver con ser empaquetadores, políticos,
captadores de inteligencia e intercambiadores de información
para congraciarse consigo mismos y ser considerados inconfundibles
a la hora de competir.
Una consecuencia de su nuevo poder es que hoy las agencias comparten
con los estudios una gran parte del proceso de toma de decisiones
en lo referente a qué películas se hacen. Ese
proceso fue una vez competencia exclusiva del estudio.
La cuestión es, ¿ha dado esto como resultado mejores
películas? Yo no lo creo. ¿Dan estas películas
más dinero? Sin duda, sí. ¿Es esa la principal
razón para la existencia de Hollywood? Claramente, sí”.
Tomado del Periodista Digital