Los
italianos no han parado de celebrar.
Por razones de seguridad, los futbolistas aterrizaron en una base
militar cerca de la capital italiana donde un equipo de la fuerza
aérea pintó el cielo en su honor, dejando estelas
de vapor con los colores nacionales: rojo, blanco y verde.
Desde ahí, los jugadores fueron trasladados en helicóptero
a la oficina del primer ministro, Romano Prodi.
Cada jugador recibió una medalla de plata conmemorativa
y luego recorrieron el centro de Roma en buses descubiertos para
saludar a los hinchas, pasando del Coliseo al Circus Maximus,
el sitio donde alguna vez estuvo el antiguo estadio romano en
el que se realizaron carreras de carrozas de batalla por casi
mil años hasta la caída del imperio romano.
Ahí, los ganadores del Mundial se encontraron con los más
de 100.000 hinchas que no han parado de celebrar.
Es que Roma ya estaba lista para una segunda noche de festejos
para celebrar la victoria de Italia.
Lo prometido es deuda
Un equipo de la fuerza aérea pintó el cielo para
homenajear a los jugadores.
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El
triunfo ha sido visto por políticos de todas las
tendencias como un inmenso estímulo al orgullo nacional,
tal como lo expresó el primer ministro en un aviso
televisivo gratuito que fue visto por más de mil
millones de personas en todo el mundo.
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Pero
así como hubo ganadores, también hubo perdedores.
Un miembro de la mafia que se había escondido en Nápoles
perdió la vida tras ser descubierto por enemigos de otra
pandilla, mientras celebraba el triunfo de Italia a la salida
de un bar.
Y una compañía electrónica que había
ofrecido televisores de alta definición si Italia ganaba,
tendrá que pagar millones de dólares a 10.000 clientes
para cumplir su promesa.