En
la actualidad existen unos 2.400 portales de juego por internet
en los que se puede apostar en deporte profesional, jugar al póquer
o a la ruleta, donde los estadounidenses gastan cada año
más de 6.000 millones de dólares, según fuentes
del sector.
En su lucha por evitar que los ingresos de las familias norteamericanas
salgan del país en forma de apuestas supuestamente ilegales,
el Gobierno de los EEUU ha iniciado una verdadera 'caza de brujas',
que ya se ha cobrado algunas víctimas.
La guerra contra el juego on-line se intensificó la semana
pasada con la detención de David Carruthers, responsable
del sitio de apuestas por internet BetOnSports, uno de los más
populares.
El empresario inglés fue arrestado en el aeropuerto de
Dallas-Forth Worth apenas pisó suelo americano para hacer
escala camino de Costa Rica, donde varios cientos de empresas
de apuestas por internet tienen su sede.
La mayoría de estos sitios web está localizada en
paraísos fiscales de Centroamérica y el Caribe,
de manera que el Departamento del Tesoro no recibe ni un solo
dólar en forma impuestos.
Esto ha hecho que los expertos apuesten a que, tras la intervención
federal, se encuentre un intento de controlar el acceso a este
tipo de negocios, dado que, según aseguró a "The
New York Times" el analista Sebastian Sinclair, "las
apuestas por internet son imparables".
En una carta abierta publicada por el diario "Baltimore Sun"
dos días antes de su detención, Carruthers afirmaba:
"queremos ser legales y que nos cobren impuestos. Sin embargo,
en vez de dialogar con nosotros constructivamente, los legisladores
prefieren creer que pueden controlar Internet".
Según apuntó Nigel Payne, jefe de apuestas deportivas
del portal Sportingbets, a la revista Forbes, si los casinos on-line
estuvieran regulados, "el Gobierno americano podría
haber ingresado unos 900 millones de dólares en impuestos
sólo el año pasado".
Sin embargo, hasta el momento el Departamento de Justicia de los
EEUU está persiguiendo estos negocios como organizaciones
ilegales en base a una ley de 1961 que prohíbe el uso del
teléfono o cualquier otro tipo de sistemas de comunicación
interestatal o internacional para realizar apuestas.
Según Catherina Hanaway, fiscal del distrito este de Missouri
y encargada de llevar la acusación contra Carruthers, "el
hecho de que estas empresas sean legales en sus países
de origen, no les autoriza a realizar negocios en los EEUU".
Paralelamente, el congresista republicano de Iowa Jim Leach está
promoviendo una nueva legislación que prohíba explícitamente
las apuestas de todo tipo a través de Internet, que ya
se encuentra camino del Senado, tras su aprobación por
mayoría en el Congreso.
De ser finalmente procesado y juzgado por esta nueva ley, Carruthers
se enfrentaría a una pena de hasta 20 años de cárcel
por un delito de fomento de apuestas ilegales.
El directivo británico forma parte de la nueva ola de 'padrinos'
del juego del siglo XXI que ha desafiado al Gobierno estadounidense:
universitarios, cultos y amantes del lujo, muy alejados de la
imagen 'mafiosa' que, apoyada por el cine, ha rodeado tradicionalmente
al mundo de los casinos.
Uno de sus máximos exponentes es el multimillonario canadiense
Calvin Ayre, el único de esta rara estirpe que aparece
en la lista de los hombres más ricos del mundo elaborada
por Forbes.
Desde su mansión costarricense -de más de 3,5 millones
de dólares- gestiona los ingentes beneficios de su empresa
de apuestas por Internet, Bodog, que le ha permitido amasar una
fortuna personal de más de 1.000 millones de dólares.
Amante de las motos y las mujeres bellas, el excéntrico
millonario canadiense acostumbra a pasearse por las calles de
San Jose en un enorme coche Hummer de color negro conducido por
un ex soldado de élite canadiense con experiencia militar
en Somalia, Bosnia, Afganistán e Irak.
Ayre, de 45 años, sabe muy bien que es uno de los hombres
más buscados por el Departamento de Justicia de EEUU, de
donde provienen el 95 por ciento de los 210 millones de dólares
en beneficios que ingresó el año pasado. EFE