Los
japoneses asistían a primera hora de hoy a los acontecimientos
que se desarrollaban en torno al céntrico hospital Aiiku,
donde cientos de personas, entre periodistas y curiosos, querían
aprehender un poco de la Historia, con mayúsculas, que
se estaba fraguando en esa clínica.
A las 8.27 hora local (23.27 GMT del martes), salía la
"fumata blanca" de este hospital de "famosos"
y se difundía la noticia más esperada desde hace
siete meses, cuando se supo que Kiko, de 39 años, estaba
embarazada: Japón tenía un nuevo principito y se
aseguraba la perpetuación de la dinastía.
"Banzai! Banzai!", "Victoria!", "Victoria!",
fue el grito que entonaron los grupos de japoneses que, enarbolando
la bandera del Sol Naciente, festejaron frente al Palacio Imperial
el nacimiento del primer varón de la princesa Kiko y el
príncipe Akishino, el segundo hijo del emperador Akihito
y la emperatriz Michiko.
"No ha sucedido nada inesperado (en los 45 minutos de operación
de cesárea que se le hizo a Kiko). El príncipe está
bien, al igual que su madre, la princesa", dijo en una rueda
de prensa el supervisor médico de la Casa Imperial, Ichiro
Kanazawa.
Fue el médico encargado de traer al pequeño al mundo,
el doctor Masao Nakabayashi, especialista en obstetricia y director
del hospital Aiiku, quien repasó los datos del neonato:
dos kilos y 558 gramos de peso y 48,8 centímetros de longitud.
Este bebé es el tercer vástago de Akishino, de 40
años, y Kiko, que se casaron en 1990 y tienen además
dos niñas, las princesas Mako y Kako, de 14 y 11 años,
respectivamente.
Es también el primer varón que nace en el seno de
la familia imperial en casi 41 años y, debido a la patrilineal
Ley de Sucesión al Trono, se convierte en tercero para
suceder a su abuelo Akihito, de 71 años, tras su tío
Naruhito y su padre Akishino.
Con este nacimiento podría acabar la polémica sobre
la ascensión al Trono del Crisantemo, creada por la ausencia
hasta hoy de un heredero varón en la Casa Imperial que
pudiera relevar a Naruhito y su hermano Akishino.
La Ley de Sucesión Imperial establece que los sucesores
de la Monarquía hereditaria más antigua del planeta
deben ser varones descendientes por línea directa del emperador.
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El
príncipe heredero Naruhito, de 46 años, y
su esposa, la princesa Masako, de 42, sólo tienen
una hija, Aiko, de 4 años, por lo que antes de que
se conociera el embarazo de su cuñada Kiko se había
planteado una reforma para posibilitar la ascensión
al Trono de esta niña. |
En
noviembre pasado, un comité gubernamental recomendó
cambiar la Ley de Sucesión para garantizar que el primogénito
de los príncipes herederos pudiera convertirse en monarca,
fuera cual fuera su sexo.
El primer ministro, Junichiro Koizumi, se comprometió a
llevar ese cambio legal al Parlamento, donde la aprobación
de la reforma habría permitido a Aiko ser la primera emperatriz
de Japón desde el siglo XVIII cuando la princesa Go Sakuramachi
encabezó la monarquía.
Pero el embarazo de Kiko (conocido en enero y anunciado oficialmente
en febrero) cambió todo, al plantearse la posibilidad de
que diera a luz un varón con opción a la sucesión
patrilineal.
Inmediatamente la presión de los sectores más conservadores
del gobernante Partido Liberal Demócrata (PLD) llevaron
a Koizumi a dejar de lado la reforma.
Fueron esas facciones tradicionalistas del PLD las que hoy mostraron
mayor alivio ante el nacimiento del niño, dando por zanjado,
de momento, el debate para cambiar la ley sálica nipona.
El propio Koizumi, quien dejará el poder en los próximos
días, al retirarse también de la presidencia del
PLD, afirmó horas después del parto que no se presentará
durante el 2007 ante el Parlamento ninguna enmienda para cambiar
la Ley de Sucesión Imperial.
No obstante, recordó que el núcleo de la crisis
permanecerá sin resolver hasta que se permita a las mujeres
y sus descendientes ascender al Trono del Crisantemo.
El portavoz del Gobierno, Shinzo Abe, quien en un par de semanas
se convertirá casi con toda seguridad en el sucesor de
Koizumi al frente del PLD y del Gobierno, recomendó "calma"
y "cuidado" a la hora de reanudar la discusión
de esa reforma.
La clase política parecía hacer así oídos
sordos a los clamores de una sociedad más moderna que sus
Gobernantes y que, en las encuestas realizadas justo después
de conocerse el embarazo de Kiko, reconocía en un 64,1
por ciento su disposición a tener monarcas femeninos y
a que sus descendientes heredaran también el Trono. EFE