Esa
es la opinión de Luis Rojas Marcos, jefe de los Hospitales
Públicos de Nueva York en el momento de unos ataques que
se cebaron con la ciudad, pero no han dejado mayor huella psicológica
que cierta sensación de vulnerabilidad en la que presume
de ser la capital del mundo.
"La ciudad ha superado el trauma. Alrededor
del noventa por ciento de los afectados directos -supervivientes,
miembros de los equipos de rescate, familiares de las 2.749 víctimas-
ya no necesita asistencia emocional", precisó Rojas
Marcos en declaraciones a EFE.
Sólo queda entre un ocho y un doce por
ciento que la requiere y es gente que padecía un trauma
anterior, dijo el psiquiatra español, que coordinó
en los primeros meses la ayuda médica a los afectados.
"No es verdad eso de que fortalece lo que
no mata. Uno siempre es más débil si ha recibido
antes otros golpes", apostilló.
Nacido en la ciudad española de Sevilla,
Luis Rojas Marcos ha vivido los últimos 38 de sus 62 años
en Nueva York, en la que trabajó durante más de
dos décadas en el sistema público de centros sanitarios
y en cuya universidad ofrece ahora clases como profesor de psiquiatría.
"Hablo de esta ciudad, que es lo que conozco,
pero lo cierto es que, en contra de lo que hacen los políticos
y de lo que ocurre en otras zonas del país, aquí
no se relaciona lo que ocurrió en las Torres Gemelas con
las guerras de Afganistán e Irak", afirmó.
Explicó que "una elite intelectual
sabe que hay un antes y un después pero si le preguntas
a un neoyorquino de la calle te dirá que no conecta el
11-S con la guerra de Irak, por ejemplo".
Rojas Marcos mantiene que el proceso de "normalización"
ha regularizado las relaciones entre blancos de origen europeo,
afroamericanos, latinos y asiáticos, los principales grupos
étnicos en que se integran los ochos millones de habitantes
de la ciudad, la mitad de los cuales no han nacido en Estados
Unidos.
El psiquiatra recordó que tras el 11-S
mejoraron las relaciones entre las cuatro comunidades, por la
conciencia general de que en aquel momento cualquier extraño
que hubiera participado en las labores de rescate "podía
haberte salvado la vida".
"Las relaciones entre esos grupos vuelven
poco a poco a su nivel anterior al 11-S", puntualizó,
y añadió que el mismo fenómeno se ha registrado
con quienes proceden o parecen proceder de Oriente Medio, que
sufrieron al principio un "claro distanciamiento".
"Muchos taxistas, que vienen de esa región,
mostraban en sus coches banderas norteamericanas para dar a entender
que estaban con los demás. Eso ha empezado a desaparecer",
subrayó.
Aparte de los sociales, los datos económicos
y migratorios vienen a confirmar la "normalización"
apuntada por Rojas Marcos.
Nueva
York no ha perdido su lugar de capital financiera del mundo pese
al pesimismo que causó el cierre tras los ataques y por
cuatro días de la Bolsa, el más largo desde la Gran
Depresión de 1929.
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El
Dow Jones se negocia en la actualidad muy cerca de sus niveles
históricos de antes de 2000, y en términos
bursátiles el único recordatorio de los ataques
son amagos de ventas ante atentados en otras partes del
planeta o amenazas en suelo estadounidense. |
Esas
amenazas han incluido a Nueva York, donde casi cunde el pánico
cuando el alcalde, Michael Bloomberg, declaró en noviembre
de 2005 el estado de emergencia por una información que
resulto ser falsa sobre la posibilidad de un atentado en el metro.
Ese género de alarmas han alentado el miedo
a nuevos atentados: según un sondeo divulgado esta semana
por el diario "The New York Times" y el canal de televisión
CBS, el nivel de temor es sólo un poco inferior al que
se registraba poco después de los ataques.
Pero el peligro terrorista no ha logrado elevar
en ningún momento el nivel de alerta en la ciudad -que
desde el 11-S sigue siendo naranja, un grado inferior al de máxima
alarma, de color rojo-, y tampoco ha frenado la inmigración.
El más reciente informe del Departamento
de Planificación Urbanística revela que medio millón
de personas han llegado en el último lustro de todo el
globo en busca de fortuna, lo que, en palabras de Bloomberg, demuestra
que Nueva York "sigue encarnando, como ninguna otra ciudad,
el sueño americano". EFE