Pero
nadie se atrevió a establecer fechas ni cronogramas para
superar el bloqueo en las últimas negociaciones formales
de la OMC, ante la imposibilidad de un acuerdo sobre asuntos sensibles,
especialmente el capítulo agrícola.
La
reunión de Río de Janeiro, convocada por Brasil
como país coordinador del G-20, no pretendía ser
el lugar de relanzamiento de las negociaciones de Doha, sino un
intento de buscar fórmulas para superar divergencias y
poner a la agricultura en el centro del debate.
El
director general de la OMC, Pascal Lamy, viajó desde Asia
hasta Brasil para reunirse una hora con el plenario del G-20,
e hizo una fugaz aparición en una rueda de prensa de clausura,
donde expresó un moderado optimismo.
"El
diagnóstico es que todavía necesitamos trabajar.
Necesitamos tiempo para
poder reanudar las negociaciones", dijo.
"Hay
una expresión de voluntad política, necesitamos
algunas semanas o meses de trabajo técnico y cuando llegue
la oportunidad podremos traer eso a la mesa de negociaciones.
Pero no creo que haya llegado ese momento", agregó.
Las
discusiones técnicas de la OMC, dijo, "deben volver
al punto donde estaban antes del accidente de julio" y concentrase
otra vez en asuntos fundamentales como la agricultura, subsidios
internos y el acceso a mercados.
Esos capítulo son de lejos la gran traba para la Ronda
de Doha, concebida con el supuesto propósito de ayudar
a los países pobres del mundo a tener más acceso
a los mercados de países ricos y encontrar su propia senda
de desarrollo.
El
apelativo "Ronda del Desarrollo de Doha" de este mecanismo
de liberalización comercial, lanzado en 2001 en la capital
de Qatar por la OMC, fue insistentemente recalcado igualmente
por los invitados del G-20.
En
la rueda de prensa, también manifestaron sus votos de confianza
el comisario de Comercio de la Unión Europea, Peter Mandelson,
y la representante de Comercio de Estados Unidos, Susan Schweb,
además del ministro de Comercio de India, Kamal Nath, y
el canciller brasileño, Celso Amorim, anfitrión
y coordinador del G-20.
"El
hecho mismo de haberse realizado, es en sí un hecho político
importante", dijo Amorim sobre la cita.
"Estamos
sacando al enfermo de la unidad de cuidados intensivos y colocándolo
en la enfermería normal. Estamos tratando de dar inyecciones
de ánimo", dijo Amorim más tarde sobre el clima
reinante en el encuentro.
Flexibilidad
es lo que hasta ahora ha faltado para negociar fechas finales
para eliminación de subsidios agrícolas, tratamiento
diferencial para los países menos desarrollados y para
los que dependen de unos pocos "productos especiales",
como el algodón africano o las bananas caribeñas.
Schwab
también ratificó el interés del gobierno
de su país en reanudar las negociaciones y buscar "puntos
de convergencia", pues de lo contrario "todos
pierden".
Pero aclaró que esa "flexibilidad" sería
sólo a cambio "de un mayor acceso a mercados".
Estados Unidos pide a los países en desarrollo más
apertura para importaciones de productos manufacturados y de servicios,
así como garantías de protección a la propiedad
intelectual.
Para Mandelson, quien pide a Estados Unidos claras reducciones
de aranceles agrícolas a ejemplo de lo ya aplicado en Europa,
"lo que ha quedado claro" en la cita de Río es
que "no hay ningún tema específico que pueda
brindar una solución mágica para todos los problemas
de las negociaciones".