Aunque
la escritora, de 77 años, falleció anoche en una
clínica de Florencia, donde había ingresado por
un empeoramiento de su salud, hasta esta mañana los italianos
no supieron que había muerto "de un mal incurable",
pues los medios en este país raramente citan abiertamente
el cáncer, al que ella llamaba "el otro".
Las exequias, según su deseo, se realizarán en la
intimidad, con la misma discreción con la que pasó
sus últimos días, pues no se sabía nada de
su internamiento ni de su regreso desde Estados Unidos, donde
residía.
Periodista precoz, comenzó a los 16 años en un periódico
de Florencia, y famosa por sus entrevistas a líderes políticos,
entre ellos el disidente de la dictadura griega Alekos Panagulis,
con el que vivió una historia de amor.
Admirada en sus primeros años, los libros y artículos
que escribió a partir del 11 de septiembre de 2001, cuando
empezó su propia guerra en defensa de la cultura occidental
y en clara contraposición con el fundamentalismo islámico,
le acarrearon encendidas críticas.
No han tardado en llegar los pésames y reconocimientos
a la escritora: "se ha apagado una voz de libertad",
"ha representado una conciencia de nuestro tiempo",
"con ella se va un espíritu libre", fueron algunos
de los comentarios de representantes del ámbito político.
"Una periodista de fama mundial, escritora de gran éxito
editorial, apasionada protagonista de vivas batallas culturales,
admirable en la valiente lucha contra el mal que le había
afectado", dijo el presidente de la República italiana,
Giorgio Napolitano.
Como a Fallaci le gustaban las polémicas, no ha faltado
quien ha recordado sus controvertidas opiniones, entre ellos Jacopo
Venier del Partido de los Comunistas Italiano (PDCI), quien dijo
que el dolor que sentía no modifica su "desacuerdo
con las tesis aberrantes que mantuvo en los últimos años
de su vida".
"La guerra por desgracia tiene sus cantores e intelectuales
y Fallaci ha sido una de las voces de ese trágico coro",
agregó.
El cáncer atacó a Fallaci en invierno de 1991 pero
no quiso interrumpir la traducción de su libro "Inshallah",
rodeado de polémica, que sería sólo el preludio
de las que generó "La rabia y el orgullo", basado
en un artículo que publicó tras los atentados del
11 de septiembre en Estados Unidos.
A "La rabia y el orgullo", siguieron "La Fuerza
de la Razón", tras los atentados de Madrid del 11
de marzo de 2004, y "Oriana Fallaci entrevista a Oriana Fallci".
En "La fuerza de la razón", la periodista advertía
"de las aviesas intenciones del Islam" y acuñó
el término Eurabia, que es lo que se ha convertido Europa,
"una provincia del Islam" que con "su sometimiento
al enemigo está cavando su propia tumba".
Algunas frases de este libro le valieron una denuncia por vilipendio
al Islam y un juicio, aún en curso, a instancias del presidente
de la Unión de Musulmanes de Italia, Adel Smith, conocido
por su campaña contra el crucifijo en las escuelas, al
calificó de "cadáver" y que hoy lamentó
que haya muerto sin redimirse.
La escritora, que quería morir en su Florencia natal, estuvo
internada en la una clínica del centro de la ciudad, desde
la que, según los que la conocen, se ve la cúpula
de Santa María del Fiore y también el campanario
de Giotto.
En "Oriana Fallaci entrevista a Oriana Fallaci" (2004),
habló de su cáncer de mama y dijo que no le quedaba
mucho tiempo por vivir pero si "muchas cosas todavía
por contar".
Escribió que no tenía miedo a la muerte y que sentía
"una especie de melancolía. Me desagrada morir, sí,
porque la vida es bella, incluso cuando es fea".