El
Primer Ministro, que se vio forzado el 7 de septiembre pasado
a anunciar que se retiraría en un plazo máximo de
un año por las luchas internas en su formación,
reconoció que "no se puede permanecer eternamente"
en el poder.
"Por supuesto, es duro irse. Pero es también lo correcto.
Para el país y para vosotros, el partido", afirmó.
Blair anunció que en los próximos meses seguirá
trabajando en las reformas a las que ha estado dedicado en los
últimos años y ayudará a construir "un
partido unificado" y que cuente con una sólida plataforma
para lograr "el único legado" que de verdad le
importa dejar al partido: una cuarta victoria electoral.
"No quiero ser el líder laborista que ganó
tres elecciones, quiero ser el primer líder laborista que
ganó tres elecciones", dijo el gobernante, que deja,
no obstante, un listón difícil de superar.
Sin llegar a entrar en las quinielas sobre su sucesor, Blair tuvo
palabras de elogio para el titular de Economía, Gordon
Brown, sin el cual, reconoció, "el Nuevo Laborismo
nunca hubiera ocurrido" y "los laboristas no hubieran
ganado tres elecciones".
"Es un hombre extraordinario. Es un servidor público
extraordinario. Y esa es la verdad", afirmó Blair,
que no rehuyó la polémica surgida en el congreso
por unas supuestas descalificaciones de su esposa, Cherie Blair,
hacia Brown, al que acusó, según la versión
de una periodista, de mentir al afirmar que había sido
"un privilegio" trabajar para su marido.
"Al menos no tengo que preocuparme de que vaya a escaparse
con el tipo de la puerta de al lado", bromeó Blair,
ante las risas de los asistentes, entre los que se encontraban
tanto el titular de Economía, como su esposa, aludiendo
a que él y Brown viven en los números diez y once
de la misma calle: Downing Street.
El Primer Ministro recalcó que ya no será él
quien conduzca al partido a las próximas elecciones, por
lo que quiso dar una serie de consejos a sus correligionarios.
Dijo que hay que saber adaptar las políticas a los nuevos
desafíos a los que se enfrenta el país, que, frente
a los de 1997, cuando los laboristas recuperaron el poder, ya
no son "esencialmente británicos", sino "fundamentalmente
globales".
Advirtió de que el verdadero peligro al que se enfrenta
el Partido Laborista es no entender que "el Nuevo Laborismo
en el 2007 no será el Nuevo Laborismo en 1997", al
tiempo que abogó por conciliar "apertura" y "seguridad"
y continuar con las reformas en los servicios públicos.
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Instó,
asimismo, a los suyos a no hacer caso omiso de las encuestas,
que los sitúan actualmente por detrás de los
conservadores, pero a no dejarse tampoco paralizar por ellas.
Blair aprovechó su discurso, de casi una hora de
duración, para elogiar los logros de sus gobiernos
a la hora de elevar los estándares en educación,
salud y en la lucha contra la delincuencia.
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Fue
especialmente contundente al referirse a su cuestionada política
exterior al negar que fuese la causa del terrorismo y subrayar
la importancia de las misiones en Irak y Afganistán.
Incluso se impuso para los meses que le quedan de gobierno el
reto de lograr avances en la consecución de un acuerdo
de paz entre israelíes y palestinos.
El Primer Ministro, que comenzó el discurso dando las gracias
a su partido, su familia y su país, lo concluyó
comprometiéndose a estar siempre junto a los laboristas
británicos.
El público, entre el que se veían mensajes de agradecimiento
al que ha sido su líder desde 1994, le obsequió
con un generoso aplauso que Blair escuchó emocionado, en
primer lugar solo y después acompañado de Cherie
Blair. EFE