Los
jugadores de fútbol llevan ya mucho tiempo cobrando por
desarrollar su labor en las ligas de más alto nivel. Lejos
quedan los tiempos cuando el deporte se relacionaba exclusivamente
con una actividad saludable. Hoy forma parte de una industria
del entretenimiento y del ocio cuya importancia económica
aumenta día a día. Pero hay algo que no ha cambiado,
la pasión mostrada por los aficionados ante los avatares
de sus equipos.
Esta dicotomía en el mundo del fútbol
se ha consolidado con la transformación de los clubs deportivos
en sociedades anónimas. Dicho proceso ha tratado de profesionalizar
una gestión donde los principales actores, los jugadores,
ya hace mucho que eran profesionales. El camino escogido no ha
sido igual en todos los países.
En Inglaterra desde tiempos victorianos se estipula
que los objetivos de los equipos son dos: alcanzar la ‘glory’,
el éxito deportivo, y el ‘profit’, el beneficio
económico. Compatibilizar ambos no parece tarea sencilla
como han mostrado las tensiones acaecidas en clubs como el Manchester
United ante la aparición de inversores norteamericanos.
En Argentina y Portugal han elegido sistemas que han establecido
la presencia simultánea de clubs y sociedades mercantiles
en la gestión de los equipos.
En España el panorama resulta desolador.
La mayoría de aquellos que invirtieron su dinero en equipos
de fútbol buscando una rentabilidad económica no
la han encontrado. Otros muchos invirtieron su dinero para obtener
otro tipo de satisfacciones, que aunque no fueran pecuniarias,
también resultan gratificantes: los éxitos deportivos
de su equipo. Pero en este último caso, la mayoría
tampoco ha visto recompensado su desembolso.
En el fútbol español de los últimos
años no ha aparecido ninguna correlación entre el
capital invertido por los accionistas y la consecución
de sus objetivos, bien sean beneficios económicos o éxitos
deportivos. Si lo trasladáramos a otro sector es como si
una tienda de barrio tuviera los mismos beneficios de El Corte
Inglés o como si un niño en patinete corriera igual
que Fernando Alonso en su Formula Uno. Ésta es una de las
conclusiones del artículo que el Centro de Estudios Financieros
ha tenido a bien galardonar con un accésit en los Premios
Estudios Financieros y que será publicado a finales de
año.
Otra de las conclusiones se refiere a que los
dos objetivos, el económico y el deportivo, no solo son
compatibles y uno no contrarresta al otro, sino que para lograr
un éxito continuado en uno de ellos lo mejor es obtener
también un buen resultado en el otro. Por lo que esa disyuntiva
que a veces se plantea de tener que elegir entre obtener beneficios
o lograr éxitos deportivos no se corresponde a la realidad.
La
existencia de dos objetivos en las sociedades anónimas
deportivas representa un reto para los gestores si lo comparamos
con un escenario de un único objetivo como el de la maximización
de beneficios. Pero ese reto es compartido por otras muchas sociedades
en las que participan accionistas con fines diferentes. Incluso
es algo que se está generalizando fruto de la preocupación
de un mayor número de inversores no solo respecto a cuánto
se gana sino también a cómo se gana.