La
tragedia sobrevoló Nueva York otro fatídico día
once, cuando una avioneta se estrelló hoy contra un edificio
de Manhattan, donde todas las miradas se alzaron al cielo al creer
sus habitantes que se trataba de otro ataque terrorista.
A las 14.45 hora local (18.45 GMT) la conmoción
se apoderó de los neoyorquinos, y las arterias principales
de Manhattan se llenaron de ensordecedoras sirenas que hicieron
recordar la mañana del 11 de septiembre del 2001 y provocaron
un escalofrío que recorrió la isla de norte a sur.
El día, gris y lluvioso, hacía presagiar
lo peor.
Sin embargo, los curiosos que se agolparon en
el lugar del siniestro sólo encontraron el humo ocasionado
por el impacto de una aeronave contra la fachada de un edificio
de viviendas del ala este de Manhattan, una de las más
adineradas de la ciudad.
Al principio, la confusión se apoderó
de la zona y se especuló con que el aparato que causó
la explosión fuera un helicóptero, ya que no es
la primera vez que este tipo de aparatos tienen problemas en esta
zona.
Dos helicópteros turísticos se estrellaron
el año pasado en este área de la ciudad, muy cercano
al río Este, tras sufrir sendas averías mecánicas.
No obstante, Alexa Alegori, un vecina de la zona
que presenció el impacto desde su casa, situada frente
al edificio siniestrado, negó en declaraciones a Efe que
el aparato siniestrado fuera un helicóptero.
"No fue un helicóptero", señaló
Alegori, quien afirmó que pudo ver "como caía
al suelo un ala de avión, de color negro".
"Escuché una explosión y al
darme la vuelta hacia donde procedía ya estaba todo envuelto
en fuego", prosiguió.
La joven, junto a su perro "Akira",
fue una de las primeras personas en ser evacuada por los servicios
de emergencia que se desplazaron al lugar del accidente y que,
explicó, se encontraron con algunas dificultades para acceder
al piso siniestrado.
"A los servicios de emergencia no les resultó
fácil llegar al origen del fuego, por lo que se podían
ver perfectamente las llamas y el humo negro subiendo hacia el
cielo", relató.
Tras ponerse a salvo, aún con el miedo
metido en el cuerpo y las manos y la voz temblorosa, la única
preocupación de la joven eran los dos perros que había
dejado en su apartamento y que los bomberos no le permitieron
llevar consigo.
A medida que transcurrían los minutos,
la policía de Nueva York fue ampliando el cordón
de seguridad para evitar que los miles de curiosos continuaran
fotografiando el lugar el impacto.
Junto a ellos, bajo una intensa lluvia, representantes
de cientos de medios de comunicación realizaban conexiones
en directo tratando de aportar los pocos datos que se iban conociendo
para esclarecer lo que había sucedido.
Unos
metros más atrás, un grupo de residentes de los
edificios de la zona perdían la paciencia tratando de acceder
infructuosamente a su domicilio en las inmediaciones del inmueble
accidentado, para comprobar que sus seres queridos no habían
sufrido daños.
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El
caos invadía las calles de la zona este de Manhattan
y los viandantes preguntaban curiosos a los periodistas
o se agrupaban en torno a sus vehículos para escuchar
las novedades que, con cuentagotas, transmitían las
radios y televisiones locales. |
Entre
ellos se encontraba, Eva Félix, una mujer de mediana edad
que afirmó trabajar junto al edificio siniestrado y que
trataba de conocer las últimas noticias mientras consolaba
a su compañera Mirna, que lloraba desconsolada presa de
un ataque de pánico.
"Tuve que salir corriendo de mi trabajo porque
mis compañeros creían que se trataba de un ataque
terrorista", fue la única declaración que Feliz
acertó a formular.
Al final, los neoyorquinos respiraron aliviados
tras confirmarse el menor de los males.
No se trataba de un ataque terrorista sino de
un desgraciado accidente de aviación que costó la
vida a dos personas: el jugador de béisbol de los Yanquis
de Nueva York Cory Lidle, y la mujer que le acompañaba
en la avioneta de su propiedad. EFE