Rumsfeld, la sonrisa maquiavélica se marcha del Pentágono

   

08 de noviembre de 2006

Washington - Donald Rumsfeld, que dimitió hoy como secretario de Defensa de EEUU, tiene esa capacidad de irritar y maravillar al mismo tiempo a quien le escucha, gracias a un toque maquiavélico que muchos le atribuyen y él no hace nada por ocultar.


Considerado uno de los cerebros más brillantes y conservadores dentro del Ejecutivo de George W. Bush, Rumsfeld forma parte del núcleo duro del entorno del vicepresidente, Dick Cheney, los llamados "halcones", que comparten una visión belicista de las relaciones internacionales.

Su sonrisa irónica, que pasa por ser su seña de identidad en las apariciones públicas, había desaparecido en sus últimas intervenciones públicas, ante la presión cada vez mayor que recibió hasta dentro del propio Pentágono por el rumbo de la guerra de Irak.

Rumsfeld, de 74 años, ha sido hasta hoy el secretario de Defensa de mayor edad que ha tenido EEUU, después de haber marcado también el hito de ser el más joven, cuando desempeñó este cargo entre 1975 y 1977 con el presidente Gerald Ford con apenas 43 años.

Rumsfeld se puede ir con la satisfacción de haber cumplido con uno de las principales misiones que Bush le encargó cuando tomó posesión, en el año 2000: reforzar el poderío y la importancia de las Fuerzas Armadas, que han visto cómo su presupuesto se ha disparado durante su mandato.

Sin embargo, los fracasos continuados en la guerra de Irak han podido más que su habilidad para conceder al Ejército un papel preponderante en las decisiones del Gobierno.

Su carrera es muy similar a la del vicepresidente Cheney, con quien comparte muchas similitudes: una carrera política meteórica seguida de varios puestos como dirigente de grandes empresas, y la resurrección con Bush.

La carrera de Rumsfeld comenzó con altos vuelos, ya que su primer trabajo fue como aviador dentro de la Marina de EEUU, pero pronto se dejó seducir por la política y fue elegido en 1962 congresista con sólo 30 años.

Dejó el Congreso en 1969 para ocupar varios altos cargos en la Administración del entonces presidente de EEUU, Richard Nixon.

En 1973 fue enviado a Bruselas como embajador en la OTAN, y volvió a Washington con el presidente Gerald Ford, quien le nombró primero jefe de su oficina de transición y después jefe de gabinete.

Precisamente fue Cheney quien le sustituyó en ese puesto, cuando Rumsfeld pasó a dirigir las Fuerzas Armadas.

Tras la derrota electoral de Ford ante el demócrata Jimmy Carter, Rumsfeld pasó a dirigir varias grandes empresas, primero la farmacéutica Searle (1977-85) y la de alta tecnología de comunicaciones General Instrument Corporation (1990-93).

Entre ambos cargos, trabajó en un banco de inversiones como asesor especial.

Sin embargo, Rumsfeld nunca se alejó demasiado de los pasillos de poder, y durante la Administración de Ronald Reagan ejerció de asesor especial en áreas tan controvertidas en aquellos años como el control armamentístico y Oriente Medio.

También dirigió una comisión oficial sobre el déficit comercial y, sobre todo, supervisó la llamada Comisión para Evaluar la Amenaza de Misiles Balísticos.

Identificado con los postulados económicos ultraliberales de la Escuela de Chicago, llegó a coquetear incluso con la posibilidad de aspirar a la presidencia en 1988, si bien nunca dio un paso firme hacia adelante.

Tras toda una vida como un poder fáctico en Washington, la cuestión es ahora si Rumsfeld será capaz de abandonar la política definitivamente o dedicar su sonrisa a sus tres hijos y seis nietos. EFE

 
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