La
Habana - La larga ausencia de Fidel Castro, que fue visto
por última vez en público el 26 de julio y no acudió
a la cita multitudinaria que él mismo había convocado
el 2 de diciembre para celebrar su 80 cumpleaños aplazado,
ha sido interpretada como el inicio de una nueva etapa en Cuba
y una señal clara de que el líder cubano no podrá
volver a ejercer el poder como lo venía haciendo hasta
ahora.
Los
cubanos contuvieron la respiración el pasado 31 de julio,
cuando escucharon atónitos la proclama en la que Fidel
Castro delegó el poder provisionalmente en su hermano menor,
y sucesor designado, aquejado de una grave enfermedad declarada
secreto de Estado.
Lejos
de cumplirse los vaticinios de quienes apostaban por la inestabilidad
sin Castro en el poder, el país mantuvo la calma y se acostumbró
progresivamente a la ausencia de Fidel y al nuevo estilo de Raúl,
ministro de Defensa y segundo hombre del régimen, poco
amigo de las apariciones públicas y de los largos discursos.
En
este periodo, los cubanos se acostumbraron también a escuchar
mensajes alentadores sobre la evolución de Fidel Castro
de boca de altos cargos del gobierno con la mirada puesta en el
2 de diciembre para celebrar el cumpleaños del jefe de
la revolución y el 50 aniversario de la creación
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
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Raúl
Castro (izda), hermano del líder cubano Fidel
Castro y presidente en funciones de Cuba, y el escritor
colombiano Gabriel García Márquez (dcha). |
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Pero
la ausencia de Castro del desfile militar multitudinario
organizado en la emblemática Plaza de la Revolución
y el marcado carácter político del discurso
de Raúl, en el que no hizo mención alguna
al estado del comandante, confirmaron que el país
avanza hacia una nueva etapa siguiendo las pautas de un
modelo diseñado por el propio Fidel Castro.
En
su primera intervención como jefe de Estado de "facto",
ante las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que no sólo
tienen un papel defensivo sino que gestionan el mayor grupo
empresarial del país, Raúl Castro lanzó
dos mensajes muy claros.
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El
"Ministro", como se le conoce en el ámbito militar,
aseguró que la unidad interna está garantizada por
el Ejército y el Partido Comunista de Cuba y tendió
la mano a Estados Unidos, el principal enemigo del régimen
de La Habana, para sentarse a discutir sus diferencias históricas.
Arropado
por un equipo de seis hombres fuertes del Gobierno y del PCC -entre
ellos el vicepresidente Carlos Lage y el canciller, Felipe Pérez
Roque- y apoyado sin fisuras por la cúpula del Ejército,
Raúl Castro, de 75 años, se ha puesto manos a la
obra para asegurar el futuro de la revolución y atender
los más acuciantes problemas de la isla.
Considerado
más pragmático que su hermano, muchos esperan del
nuevo timonel de la revolución moderadas reformas económicas
que contribuyan a aliviar los problemas del cubano de a pie, que
"resuelve" sus necesidades cotidianas con un salario
medio de 15 dólares.
No
en vano, Raúl Castro fue el responsable de algunas de las
principales medidas aperturistas adoptadas en momentos críticos
para la revolución, como la autorización de los
mercados libres campesinos, en 1994 -en pleno periodo especial,
tras la caída del bloque soviético-, o el programa
de perfeccionamiento empresarial que ha convertido varias sociedades
gestionadas por las Fuerzas Armadas en las más rentables
de la isla.
Cualquiera
que sea el camino que tome Raúl Castro para manejar
las riendas del país y preservar la revolución,
lo que parece claro es que la palabra "transición"
no está en su vocabulario, como altos cargos y medios
oficiales se encargan de recordar con frecuencia.
El
vicepresidente Carlos Lage fue tajante en un reciente discurso
pronunciado a principios de diciembre, durante la clausura
del homenaje a Fidel Castro: en Cuba "no habrá
sucesión, habrá continuidad", dijo.
El
socialismo en Cuba, añadió, es "irreversible"
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Banderas
cubanas y con la imagen del Che Guevara colocadas
por los vecinos adornan una calle en el popular barrio
de Los Sitios |
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