14
de enero de 2007
Cuba
- Las calles de Santiago de Cuba se llenan día
a día con el estruendo del motor de alrededor de 16.000
motocicletas que imprimen un inusual ritmo a la cuna del son y
de algunos de los músicos más importantes del país.
Motos
japonesas, rusas, cubanas, pequeñas y grandes, viejas,
acondicionadas, reformadas y de todas las formas imaginables colman
los oídos y los ojos con una sucesión de estampas
singulares de la segunda ciudad de la isla y de pasajeros cargados
con bolsas, cajas, instrumentos musicales y hasta un frigorífico
si es necesario.
Parte
genuina del crisol de vehículos en que a diario se desplazan
los santiagueros, las motos no son legales pero su trabajo es
tolerado por las autoridades, conscientes de las deficiencias
del servicio de transporte a la población.
Wilmer,
de 31 años, maneja una moto rentada en la que trabaja desde
las 5.00 de la mañana hasta las 18.00, dependiendo de la
suerte que le depare la jornada.
Dice
que al final del día debe dar cien pesos (unos cuatro dólares)
al propietario del vehículo, gastar otros cien en el combustible
que consume y quedarse con el resto, lo que le suele dejar un
margen de cien pesos más.
A
pesar de que un viaje en moto puede ir desde los 10 a los 30 pesos
(40 centavos de dólar a 1,20 dólares) según
la distancia, mucho más que los 20 centavos de peso que
cuesta una guagua, los 75 centavos que cobra una camioneta particular
o los cinco pesos de uno de los coches conocidos como "bicicoches",
la demanda es muy grande.
"Es
la forma más rápida de desplazarse por la ciudad,
es mucho mejor que ir en guagua (autobús) que siempre van
llenas, huelen mal y además ahí te 'carterean' (roban
la cartera)", dijo a Efe.
No
faltan los viajeros que aguardan en las paradas de autobús
al pie de la carretera con la confianza de que alguna moto pueda
pasar cerca para acabar con su espera.
"Claro
que prefiero una moto, llevo esperando una guagua desde hace media
hora y no sé cuándo llegará. Tardaría
media hora en llegar hasta mi casa y con una moto estoy en cinco
minutos", comentó en una parada Yoveidis, una joven
de 26 años.
El
drama del transporte en Santiago, como en otras partes del país
comenzó con el periodo especial declarado en Cuba tras
la caída de la Unión Soviética y, también
de forma similar a otras urbes cubanas, ha hecho que florezcan
alternativas legales e ilegales en el transporte.
Actualmente
unas 60 guaguas cubren las 36 líneas de la ciudad, prácticamente
el 20 por ciento de los más de 280 vehículos que
trabajaban antes de la crisis económica.
"La
gente se va adaptando a la vida porque se da cuenta que es imposible
y buscan otras formas alternativas de viajar", reconoció
a Efe el director provincial de Transporte, Vladimir Alarcón.
Como
parte de la respuesta al problema, alrededor de 200 camionetas
y camiones privados transportan pasajeros de forma habitual por
las calles de Santiago agrupados bajo la figura de Operadores
de Fletes, que regula la autoridad de Transporte provincial, encargada
además de asignarles las rutas, hacer la supervisión
técnica y proveerles de combustible a precio estatal.
Según
las autoridades locales, haría falta el doble de vehículos
para lograr un "alivio considerable" en el transporte
urbano, lo que ha llevado a que la cuna de la revolución
cubana se haya transformado en un ejemplo de convivencia de la
empresa pública y privada.
Aunque
el Estado aumente sus potencialidades, algo en lo que trabajan
las autoridades cubanas con la compra de miles de autobuses a
China, "es algo que sólo lo dirá la vida",
según Alarcón, pero la reestructuración del
sector parece garantizar la pervivencia de la supervivencia del
aporte privado.
"Siempre
va a haber alguna dirección en la que se usen (los vehículos
particulares), puede ser que en el transporte de carga..., siempre
va a haber alguna política en la utilización de
ellos, no de golpe vamos a poder llegar a todas las rutas",
indicó Alarcón. EFE