En esta
su 76 edición, la ceremonia de entrega de los premios que
concede la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas
de Hollywood, se ha adelantado cuatro semanas respecto a anteriores
ediciones.
El
millón de dólares que cuesta emitir un anuncio de
30 segundos en la retransmisión de la ceremonia de entrega,
dice mucho del poder de influencia de estos premios, que nacieron
íntimamente unidos a la creación, en 1927, de la Academia
de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
En
el caótico Hollywood de los años veinte, las reivindicaciones
sindicales y los escándalos de las estrellas traían
de cabeza a los grandes magnates del cine, que hacían frente
a los sueldos de los actores recortando todo lo posible los salarios
de los trabajadores.
El
magnate Louis B. Mayer, el dueño de la MGM, el estudio del
león, tuvo la idea de reunir, el 11 de enero de 1927, a los
pesos pesados de Hollywood, en su mayoría productores, para
trazar las líneas maestras de una “academia”
que velase por los intereses de su industria.
El
actor Douglas Fairbanks fue el primer presidente de la academia
y tuvo enseguida la idea de conceder unos premios que diesen relevancia
a la nueva institución de Hollywood.
El
director artístico Cedric Gibbons, entonces esposo de la
actriz mexicana Dolores del Río, fue el encargado de diseñar
el trofeo: un hombre desnudo posando con una espada y erguido sobre
la bobina de una película con cinco pequeñas cavidades,
cada una de ellas representando las secciones de que se componía
la academia: actores, directores, escritores, técnicos y
productores.
El
encargado de esculpir la estatuilla fue George Stanley y se cuenta
que el actor y director mexicano Emilio “Indio” Fernández,
le sirvió de modelo.
CHAPLIN,
PRIMER TRIUNFADOR
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Los
elegidos para los primeros Oscar de la historia (1927/28)
fueron: mejor filme —compartido—, Las alas, de
W. Wellman, y La Aurora, de F.W. Murnau; Janet Gaynor, mejor
actriz; el alemán Emil Janning, mejor actor; y, el
gran triunfador de aquella velada, Charlie Chaplin, que fue
premiado también como actor, así como mejor
director y mejor guionista, por El circo.
Hasta
dos años después no se concibió una ceremonia
de entrega tal y como se conoce hoy. Tuvo lugar durante una
cena el 19 de mayo de 1929 en el hotel Hollywood Roosevelt,
a la que asistieron unas 250 personas que pagaron una entrada
de 10 dólares.
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El
premio comenzó a llamarse Oscar, en la entrega de 1932-33,
gracias a Walt Disney, quien lo nombró así al recibirlo.
Hasta entonces se conocía así informalmente, después
de que la bibliotecaria de la academia, Margaret Herrick, exclamase
al verlo: “¡Se parece a mi tío Oscar!”.
El
ya omnipotente Disney —que ha pasado a la historia como la
persona que más Oscar consecutivos ha ganado: ocho entre
1932 y 1939— se encargó de que el nombre fuese oficial
a partir de entonces.
En
pocos años, el Oscar comenzó a prodigarse en cuanto
a premios, de modo que su cobertura se extendió hasta llegar
a tocar a segundos actores, decoradores, fotógrafos, música,
efectos especiales, maquillaje, vestuario, etc., hasta llegar a
distinguir también, desde 1956, a la mejor película
en lengua no inglesa.
La
Segunda Guerra Mundial llevó la entrega de los premios al
Teatro Chino, y Bette Davis, como presidenta de la academia, propuso
evitar trajes de gala y smokings como medida solidaria con los tristes
tiempos que corrían.
La
ceremonia de entrega solamente ha vivido tres aplazamientos en su
historia: en 1938, se retrasó una semana a causa de las inundaciones
que sufrió la ciudad de Los Ángeles; en 1968 se aplazó
dos días con motivo del funeral de Martin Luther King, y
en 1981 la ceremonia se dejó para el día siguiente
a causa del atentado contra el entonces presidente de EE.UU., Ronald
Reagan.
En
2003, con la guerra de Irak en marcha, se especuló durante
semanas con la eventual suspensión de gala de entrega, pero
el glamour de los Oscar acabó por superar la tensión
por el conflicto.
ARTE
Y POLÍTICA
Muestras
de activismo que quedaron enmarcadas en un deseo de celebrar
el arte del cine, como señaló la australiana
Nicole Kidman al agradecer el Oscar como mejor actriz por
The hours. “¿Por qué hemos venido a la
ceremonia cuando el mundo está tan agitado? Porque
el arte es importante”, recordó la intérprete.
El
arte y la política se mezclaron desde muy pronto en
la historia de los Oscar, e incluso algunos de sus protagonistas
se manifestaron políticamente sobre estos premios.
Es el caso del guionista Jhon Lee Mahin, que optó en
1937 por su trabajo en Capitanes intrépidos, y que
anunció que no acudiría al evento porque, a
su entender, el Sindicato de Escritores de Hollywood era marcadamente
comunista, e hizo extensible esa opinión a toda la
academia y a su entonces presidente, Frank Capra.
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El
guionista, si no pasó a la historia por haber ganado el Oscar,
sí lo hizo por ser precursor de la famosa y terrible “caza
de brujas” que se dio en los años cincuenta en Hollywood,
cuando el Comité de Actividades Antiamericanas se encargó
de perseguir y alejar de Hollywood a todo aquel cineasta, supuestamente
vinculado al Partido Comunista.
Son
ya historia de los Oscar las protestas de Marlon Brando en 1972,
cuando no acudió a recoger su premio por El padrino y en
su lugar envió a una falsa india que leyó una carta
del actor, en la que protestaba por el trato que recibían
los indios norteamericanos; la de Tim Robbin y su mujer Susan Sarandon
—a favor de los inmigrantes haitianos—; de Richard Gere,
denunciando “la opresión que ejercen los chinos en
Tibet”, y de Vanesa Redgrave en apoyo a la causa palestina.
A
la lista se sumó en 2003 Michael Moore, codirector del documental
Bowling for Columbine, ganador del Oscar, que sorprendió
a todo el mundo al criticar al presidente de EE.UU., George W. Bush.
“Vivimos en tiempos de ficción, con resultados ficticios
de una elección, que elige a un presidente ficticio. Vivimos
en un tiempo en el que tenemos a un hombre que nos envía
a una guerra por motivos ficticios. ¡Vergüenza, señor
Bush!, Vergüenza!”, acabó exclamando el director,
en una de las mayores salidas de guión de la historia del
Oscar. |