La
Casa Blanca no ha dado muchos detalles del viaje, que coincide con
la revitalización de las marchas callejeras de quienes demandan
la legalización de millones de inmigrantes indocumentados.
Según
la Oficina del Censo, en EEUU hay unos doce millones de inmigrantes
indocumentados, pero varios grupos que trabajan en torno al problema
de la inmigración sostienen que la cifra podría llegar
a 18 millones.
En
la visita se espera que Bush inspeccione el puesto de entrada frente
a la ciudad mexicana de San Luis y que le acompañen el senador
John Kyl y el representante Jeff Flake, ambos republicanos de Arizona.
En
mayo del año pasado llegaron a Yuma los primeros destacamentos
de la Guardia Nacional de otros estados, enviados por Bush para
que den apoyo a las labores de la Patrulla de Fronteras que vigila
el límite de casi 3.200 kilómetros.
Los
soldados, que cumplen turnos de dos o tres semanas, han ayudado
en la extensión de vallas y la apertura de caminos paralelos
a la frontera para la circulación de los vehículos
de la Patrulla. El contingente militar es de unos seis mil soldados.
Desde
entonces, según Michael Friel, portavoz de Aduanas y Protección
de Fronteras, los soldados de la Guardia Nacional han ayudado a
la Patrulla de Fronteras en 45.000 arrestos y en la incautación
de 500 vehículos, de 77 toneladas de marihuana y de 1,3 toneladas
de cocaína.
"Hemos
podido movilizar los recursos de la Guardia Nacional para mejorar
la seguridad en la frontera", dijo Friel.
Cuando
en abril del año pasado Bush anunció la movilización
de soldados también propuso un plan para lidiar con la inmigración,
que incluyó un programa de trabajadores temporales y sanciones
para los empleadores que contraten a inmigrantes indocumentados.
El
plan de Bush, además, contempla un trámite para que
la mayoría de los indocumentados obtenga, primero, la residencia
legal y luego la ciudadanía.
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Durante
la primavera del año pasado hubo populosas manifestaciones
en las grandes ciudades de EEUU, integradas por inmigrantes
documentados e indocumentados, quienes atrajeron el apoyo
de algunos políticos que favorecen la legalización
de los que han llegado ilegalmente a Norteamérica. |
A
finales del año pasado Bush visitó la zona fronteriza
y promulgó en Paradise Valley una ley que aumentó
los fondos para la seguridad en la frontera.
La
demostración de fuerza de los inmigrantes, que no logró
expresarse en un movimiento unificado y dejó a la vista las
discrepancias tácticas de diversas organizaciones, trajo
una reacción más enérgica de quienes creen
que Estados Unidos es objeto de una "invasión"
de indocumentados.
Ayer
miles de personas se manifestaron en Los Ángeles para protestar
contra las políticas migratorias de la Casa Blanca, lo que
podría marcar una reivindicación de las manifestaciones
de inmigrantes.
Muchos
de los participantes en el acto bailaron al ritmo de rancheras mexicanas
y portaron banderas estadounidenses, así como pancartas con
mensajes que pedían "Amnistía ahora".
Los
activistas pro-inmigrantes dicen que muchos de los indocumentados
del área se sienten traicionados por Bush, a quien durante
mucho tiempo habían considerado un aliado.
Un
borrador de reforma migratoria de la Casa Blanca que se filtró
a la prensa la semana pasada solicita el establecimiento de un nuevo
visado "Z", que permitiría que los trabajadores
indocumentados soliciten permisos de trabajo por tres años.
Esos
visados se podrían renovar de forma indefinida, pero costarían
3.500 dólares cada vez que se venza.
Para
obtener un permiso y convertirse en residentes legales, los indocumentados
tendrían que regresar a sus países de origen, solicitar
la entrada legal a EEUU en una embajada o consulado estadounidense
y pagar una multa de diez mil dólares.
La
propuesta es criticada por grupos pro-inmigrantes, el Partido Demócrata,
la Iglesia Católica y sindicatos, que argumentan que los
costos de los permisos de trabajo y la solicitud de una "tarjeta
verde" para obtener la residencia permanente superarían
los 20.000 dólares, un importe prohibitivo para trabajadores
con sueldos bajos.
El
plan es mucho más conservador que el aprobado el año
pasado por el Senado y que contaba con el visto bueno de Bush.
Esa
iniciativa habría permitido que muchos de los doce millones
de indocumentados permanecieran en EEUU, donde podrían trabajar
y solicitar la residencia tras aprender inglés, pagar pequeñas
multas y poner al día su pago de impuestos. EFE
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