Por
una razón u otra, casi siempre porque han caído en
desuso, hay palabras que están llamadas a desaparecer del
DRAE, y en esa situación se encuentran también "alfonsearse",
que en otros tiempo significaba "burlarse de alguien en tono
de chanza"; "acurdarse", que no es una versión
incorrecta del verbo acordarse, sino que tiene que ver con "curda"
y "borrachera"; o "extrema", forma rápida
y vulgar de aludir a la extremaunción.
Estos términos están
ya en la UVI del idioma y las Academias de la Lengua de los países
hispanohablantes, autoras del Diccionario, podrían certificar
en breve su defunción.
De momento, son artículos
propuestos para ser suprimidos de la vigésima tercera edición,
como puede comprobarse en la página web de la Real Academia
Española (RAE), en la que se actualiza de forma periódica
la última edición de esa obra de referencia, la de
2001.
La incorporación de nuevas
voces al Diccionario suele suscitar gran interés entre los
hispanohablantes, y para la XXIII edición ya han sido admitidas
las siglas "ABS" y palabras como "abrefácil",
"amniocentesis", "autogobierno", "bulímico",
"castrante", "mulá" o "salvapantalla",
entre otras muchas propuestas.
Pero rara vez es noticia la lista
de voces desaparecidas del DRAE, aunque varias de las que ya no
figuran en la vigente edición sean tan sugerentes como "mulier",
arcaísmo de mujer; "pontecilla", diminutivo de
aquella época en que la palabra "puente" era de
género femenino, o "deliramento" y "orgulleza",
formas anticuadas de decir "delirio" y "orgullo".
Sin embargo, la excelente acogida
que está teniendo la iniciativa de la Escuela de Escritores
de Madrid de proponer a los hispanohablantes que apadrinen palabras
en vías de extinción o, como se dice en su página
web, "palabras obsolescentes", con motivo de la celebración
del Día del Libro, trae de nuevo a la actualidad la suerte
que corren en el Diccionario las voces que caen en desuso.
Miles de internautas están
participando en este concurso, cuyo resultado se sabrá el
próximo 23 de abril y en el que también hay "padrinos
de honor": José Luis Rodríguez Zapatero, presidente
del Gobierno español, apadrina la palabra "andancio";
Mariano Rajoy, líder de la oposición, no quiere que
se pierda "avatares"; la ministra de Cultura, Carmen Calvo,
elige "pundonor", y el presidente del Congreso, Manuel
Marín, propone "urdimbre".
"Es triste tener que suprimir
palabras del Diccionario, pero la lengua es dinámica, nunca
está quieta", afirma, en declaraciones a Efe, el secretario
de la Real Academia Española, José Manuel Blecua,
quien apunta los motivos más frecuentes de esas supresiones.
Hay palabras que desaparecen del
Diccionario porque son puros arcaísmos, como sucede con "cader",
que con el paso de los siglos fue perdiendo la "d" y se
quedó en "caer"; con "recabdación",
que pasó a ser "recaudación", o con "fallazgo",
cuya letra inicial se convirtió en la muda hache de "hallazgo".
Otras, como "orgulleza",
salen del DRAE porque "han perdido la vitalidad que tuvieron
en su momento", o porque son simples derivados "y no pueden
estar todos", señala Blecua.
Por esta última razón
no figuran los adverbios terminados en mente y hubo que suprimir
el diminutivo "hierbezuela" o el aumentativo "manaza".
En la edición de 2001 del
Diccionario se anularon 6.008 artículos que sí figuraban
en la de 1992, entre ellos "abebrar", forma antigua de
"abrevar"; "chufear" (chufar); "deliñar"
(aliñar, aderezar); "depós" (después);
"farsador" (farsante); "intúitu" (vistazo);
"sofridero" (sufridero), o "tesaurero", sustituido
por "tesorero".
Aún es pronto para saber
cuántas voces se suprimirán de la próxima edición
del DRAE, prevista para el 2010.
Pero con ese cartel amenazante de
"artículo propuesto para ser suprimido" figuran
también "abinar", "acabijo", "batiborrillo",
"hogueril", "piujar" o "retrónica".
La decisión de eliminar palabras
del Diccionario no se hace a la ligera. Como recuerda Blecua, las
supresiones tienen que contar con la aprobación de las 22
Academias de la Lengua Española, igual que sucede con las
incorporaciones.
De cualquier forma, las palabras
nunca mueren.
El Diccionario Histórico
que preparan las Academias se encargará de acogerlas, por
muy humildes derivados que sean, y contará su evolución
a lo largo de los siglos. EFE
|