Una
tensa calma rodea el habitualmente bullicioso ambiente en esta prestigiosa
universidad situada en Blackburg, una bucólica localidad
de Virginia, donde, según sus habitantes, todo es tan tranquilo
que ni se molestan en cerrar sus automóviles con llave.
"Esto es algo que siempre se
oye que pasa en otros sitios, pero nunca hubiera sospechado que
alguien aquí pudiera hacer eso", dijo a Efe Brett Wieglen,
de 19 años y alumno de arquitectura.
La tranquilidad de otrora contrasta
ahora con la fuerte presencia policial en el recinto universitario,
donde los cordones que impiden el paso a las escenas de los crímenes.
Para
los alumnos es difícil hacerse a la idea de que fue uno de
ellos, Cho, estudiante de Filología
inglesa, quien mató a 32 estudiantes
y profesores y luego se suicidó.
Los estudiantes, algunos de ellos
con las camisetas naranjas y granates de la universidad, pasean
en pequeños grupos, cabizbajos y hablando en voz baja.
Muchos de ellos ultiman los preparativos
para marcharse, dado que las clases han quedado suspendidas durante
lo que resta de semana.
El edificio de la Facultad de Ingeniería,
donde se registró la mayoría de las muertes, ya no
abrirá en lo que resta de curso y los alumnos quieren evitar
ver los lugares donde se produjeron las masacres.
"No
quiero estar aquí, todas mis clases las tengo en la misma
área donde tuvo lugar el tiroteo", afirmó la
estudiante de ingeniería Emily Genevicz, de 20 años.
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Las
autoridades policiales y universitarias han recibido duras
críticas de los estudiantes, que consideran que tras
el primero de los dos tiroteos -registrado en una residencia
de estudiantes, donde murieron dos personas- debían
haberse suspendido las clases. |
El
segundo tiroteo, en la Facultad de Ingeniería, se produjo
dos horas más tarde y fue el más sangriento.
En los tiroteos también resultaron
heridas doce personas, quienes hoy se recuperan en el hospital de
sus lesiones.
Los estudiantes celebrarán
esta noche una vigilia en recuerdo de sus compañeros y profesores
muertos.
Esta tarde tuvo lugar en el polideportivo
universitario un acto de homenaje a las víctimas, en el que
participaron el mandatario de Estados Unidos, George W. Bush, y
su esposa, así como el gobernador de Virginia, Tim Kaine.
El presidente de la Universidad,
Charles Steger, expresó su esperanza de que los actos sirvan
para el proceso de curación, "lento, doloroso, pero
inevitable".
"Nos sentimos tan mal hoy como
nos sentíamos ayer", dijo a Efe Genevicz, mientras Kelly
Boito, de 21 años y bioquímica, comentó que
"la gente todavía está muy conmocionada. Cada
uno intenta superarlo como puede".
Y
Mario Lionel, un estudiante de 22 años de Río de Janeiro,
afirmó que "ha sido algo muy inesperado" y todos
se preguntan "por qué el atacante disparó de
manera indiscriminada".
Una
de las formas en que los estudiantes intentan expresar su
dolor es a través de unos paneles blancos colocados
en el centro del extenso campus, donde los alumnos dejan mensajes
a sus compañeros muertos. |
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"Vuestros
cuerpos han desaparecido, pero vuestro espíritu permanecerá
para siempre", puede leerse en uno. O "Reema, te echaremos
muchísimo de menos".
Este último mensaje alude
a Reema Samaha, una estudiante de primer curso de 18 años
y que fue abatida durante una clase de francés.
Entre las víctimas mortales
se encuentran también dos estudiantes latinoamericanos, el
peruano Daniel Pérez Cuevas y el puertorriqueño Juan
Ramón Ortiz. EFE
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