Ejemplo de ello es Web History (www.google.com/history), su último
lanzamiento, una herramienta que permite al usuario rastrear el
texto, fotografías o vídeos de las páginas
que visitó con anterioridad.
Como
señaló Payam Shodjai, director de producto del gigante
de Silicon Valley, se trata de un producto que "permitirá
buscar aquella cita que recuerdas haber leído en algún
sitio hace meses".
La
utilidad de la herramienta es innegable, pero con ella vuelven
a ponerse sobre la mesa las dudas sobre las bondades de una empresa
que está al tanto de prácticamente todas las actividades
online que realizan sus millones de usuarios en todo el mundo.
Solamente
los términos de búsqueda revelan una cantidad ingente
de información sobre los internautas, desde sus creencias
religiosas o políticas hasta su orientación sexual,
preocupaciones financieras o problemas médicos.
El
reciente anuncio de la adquisición, por parte de Google,
de la firma de publicidad online DoubleClick por 3.100 millones
de dólares (la cantidad más alta que ha pagado nunca
Google por una compañía) resucitó los temores
de las asociaciones que defienden la privacidad de los usuarios,
que creen que el buscador podría poner demasiada información
en manos de los anunciantes.
Tres
grupos de interés público interpusieron el viernes
una denuncia conjunta ante la Comisión Federal de Comercio
(FTC) en la que piden que se investiguen las repercusiones de
esta operación para la privacidad de los usuarios.
Estas
organizaciones -el Centro para la Privacidad de la Información
Electrónica, el Centro para la Democracia Digital, y el
Grupo para la Investigación del Interés Público-
piden a la FTC que frene la adquisición hasta que se investiguen
las prácticas de recolección de datos de Google.
En
su demanda, las organizaciones indican que la adquisición
"dará a una sola compañía más
información sobre las actividades online de los consumidores
que a ninguna otra empresa en el mundo".
El
problema es que DoubleClick no es una empresa cualquiera; la firma
tiene una historia tormentosa en lo que se refiere a sus políticas
de privacidad, y ya en el 2000 el Centro para la Privacidad de
la Información Electrónica interpuso una demanda
para denunciar su falta de miramientos.
Mientras
tanto, el buscador continúa imparable.
Google
se ha convertido ya en la marca más cara del mundo (66.343
millones de dólares), por delante de General Electric,
Microsoft o Coca-Cola, según el ránking Brandz,
publicado el lunes por la consultora Millward Brown.
Por
no hablar de los espectaculares resultados que obtuvo en el primer
trimestre y que, para más inri, coincidieron con el declive
de los de su rival Yahoo.
Pero
cada vez más críticos opinan que podría ser
víctima de su propio éxito.
"Precisamente
por su éxito, cabe preguntarse si se debería impedir
que Google continúe su dominio a través de adquisiciones
o colaboraciones", señala Steven Pearlstein en el
"Washington Post".
Por
su parte, "PC World" señala en su bitácora
que es necesario "vigilar a Google de cerca", ya que
a medida que ha ido creciendo -y la oferta es enorme, desde su
servicio de correo electrónico Gmail al editor de textos
Google Docs o Google Desktop- también lo ha hecho la cantidad
de información que recoge.
"La
pareja DoubleClick y Google tendría una capacidad sin precedentes
de espiar a los usuarios", señala la publicación,
que cree que el deseo de Google de comprar DoubleClick está
en contradicción con su política de "no hacer
el mal".
Como
recuerda Pearlstein, "nunca habría existido un Google
sin la iniciativa antimonopolio del Gobierno, que impidió
que Microsoft aplastase a los pequeños rivales".
De
la misma manera, Pearlstein se pregunta si no es hora de comenzar
a restringir a Google para incrementar las posibilidades de que
surja "otro Google". EFE