Benedicto XVI facilita la misa en latín y tiende la mano a los "lefebvrianos"

Juan Lara

07 de julio de 2007

Ciudad del Vaticano - El Vaticano presentó hoy el documento del Papa que facilita la celebración de la misa en latín, acompañado de una carta suya en la que subraya que el Misal salido del Concilio Vaticano II "es y permanece" como la forma "normal" de la liturgia y que el tridentino es el "extraordinario".

Benedicto XVI precisó que la misa en latín según el rito tridentino nunca fue jurídicamente suspendida y siempre estuvo permitida y que en estos años muchas personas y movimientos como el del cismático arzobispo Lefebvre permanecían ligadas a la misma, de ahí la necesidad de un reglamento más claro para llegar, además, a "una reconciliación interna en el seno de la Iglesia ".

Con esas palabras, según observadores vaticanos, el Papa Ratzinger ha tendido la mano al movimiento cismático del fallecido arzobispo francés, férreo defensor de la tradición y la liturgia tridentina, que no reconoce el Concilio Vaticano II.

"Se trata de llegar a una reconciliación interna en el seno de la Iglesia. Mirando atrás se tiene la impresión de que en momentos críticos en los que la división surgía los responsables de la Iglesia no hicieron lo suficiente para conservar o conquistar la reconciliación y la unidad. Esa mirada nos impone hoy una obligación: hacer todos los esfuerzos para que todos aquellos que tienen verdadero deseo de unidad les sea posible", escribió el Papa.

De todas formas Benedicto XVI reconoce que aunque la "fidelidad" al misal en latín sea el "distintivo externo", las razones de la ruptura -escribió- "son más profundas".

El deseo de unidad es lo que le ha llevado a preparar el "motu proprio" (documento) "Summorum Pontificum" sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970, es decir el Misal promulgado por Juan XXIII en 1962, pocos meses antes del comienzo del Concilio Vaticano II y que aún contemplaba la misa de San Pío V, conocida como tridentina.

El Papa manifestó en la carta, dirigida a los obispos, que el documento -escrito en latín y traducido a las principales lenguas- es fruto de "largas reflexiones, múltiples consultas y de oración" y lamentó que "noticias y juicios sin información suficiente han creado no poca confusión".

Benedicto XVI añadió que en estos meses las reacciones fueron divergentes, "desde la aceptación a una oposición dura a un documento que no conocía" (en referencia a las criticas que aseguraban era antisemita y suponía una vuelta atrás en el camino abierto por el Vaticano II).

El Pontífice subrayó que el "temor a que se menoscabe y se ponga en duda" la autoridad del Vaticano II no existe, ya que el Misal publicado por Pablo VI en 1970, el salido del concilio, "obviamente es y permanece la formal normal de la liturgia ordinaria" y el de 1962 es la "extraordinaria".

"Se trata de un doble uso del mismo y único rito", afirmó el Papa.

El rito de San Pío V se puede utilizar cualquier día del año, menos durante el Triduo Pascual (Semana Santa).

Cuando se trate de una misa sin la presencia de fieles, el sacerdote no necesita permiso alguno para celebrarla.

Los párrocos deben aceptar "de buena gana" la celebración de la misa en latín cuando se lo pida un grupo estable de fieles. Se podrá celebrar cualquier día de la semana y se podrán crear parroquias "tradicionalistas".

También se podrán celebrar por ese rito matrimonios, exequias, bautismo, unción de enfermos, penitencia, etc. es decir todos los sacramentos.

El Motu Propio no especifica la orientación del oficiante (en el tridentino el sacerdote da la espalda a los fieles, mientras que tras el Vaticano II se impuso lo contrario), por lo que el Papa deja libertad de elección al sacerdote, que puede usar el viejo rito mirando a los asistentes.

Si un párroco pone impedimentos a la misa en latín, los fieles se podrán quejar al obispo, que deberá "satisfacer" el deseo.

El documento entrará en vigor el 14 de septiembre próximo

Benedicto XVI ha pedido a los obispos que dentro de tres años le manden un informe para conocer como ha ido la medida y les ha asegurado que "si salen a la luz dificultades serias se buscarán soluciones".

El Concilio Vaticano II (1963-1965) introdujo el "Novus ordo missae", la nueva forma de celebrar la misa, que permitía se hiciese en los diferentes idiomas, lo que supuso la decadencia de la misa en latín.

En 1982 Juan Pablo II decretó que para oficiar por el rito tridentino se tenían que recoger firmas y pedir el permiso al obispo de la diócesis, que podía negarlo.

En estos años, escribió hoy Benedicto XVI, muchos fieles familiarizados con la misa en latín y que aceptaron el Vaticano II deseaban volver a celebrarla al ver que en muchos lugares la misa no se celebraba de manera fiel al nuevo misal, "llegándose a menudo a deformaciones de la liturgia al límite de lo soportable".

El Papa dice que habla "por experiencia", porque también él vivió "aquel periodo con todas sus expectativas y confusiones". EFE