Benedicto
XVI precisó que la misa en latín según el rito tridentino
nunca fue jurídicamente suspendida y siempre estuvo permitida y
que en estos años muchas personas y movimientos como el del cismático
arzobispo Lefebvre permanecían ligadas a la misma, de ahí
la necesidad de un reglamento más claro para llegar, además,
a "una reconciliación interna en el seno de la Iglesia ".
Con esas palabras, según observadores vaticanos, el Papa Ratzinger
ha tendido la mano al movimiento cismático del fallecido arzobispo
francés, férreo defensor de la tradición y la liturgia
tridentina, que no reconoce el Concilio Vaticano II.
"Se trata de llegar a una reconciliación interna en el seno
de la Iglesia. Mirando atrás se tiene la impresión de que
en momentos críticos en los que la división surgía
los responsables de la Iglesia no hicieron lo suficiente para conservar
o conquistar la reconciliación y la unidad. Esa mirada nos impone
hoy una obligación: hacer todos los esfuerzos para que todos aquellos
que tienen verdadero deseo de unidad les sea posible", escribió
el Papa.
De todas formas Benedicto XVI reconoce que aunque la "fidelidad"
al misal en latín sea el "distintivo externo", las razones
de la ruptura -escribió- "son más profundas".
El deseo de unidad es lo que le ha llevado a preparar el "motu proprio"
(documento) "Summorum Pontificum" sobre el uso de la liturgia
romana anterior a la reforma de 1970, es decir el Misal promulgado por
Juan XXIII en 1962, pocos meses antes del comienzo del Concilio Vaticano
II y que aún contemplaba la misa de San Pío V, conocida
como tridentina.
El Papa manifestó en la carta, dirigida a los obispos, que el documento
-escrito en latín y traducido a las principales lenguas- es fruto
de "largas reflexiones, múltiples consultas y de oración"
y lamentó que "noticias y juicios sin información suficiente
han creado no poca confusión".
Benedicto XVI añadió que en estos meses las reacciones fueron
divergentes, "desde la aceptación a una oposición dura
a un documento que no conocía" (en referencia a las criticas
que aseguraban era antisemita y suponía una vuelta atrás
en el camino abierto por el Vaticano II).
El Pontífice subrayó que el "temor a que se menoscabe
y se ponga en duda" la autoridad del Vaticano II no existe, ya que
el Misal publicado por Pablo VI en 1970, el salido del concilio, "obviamente
es y permanece la formal normal de la liturgia ordinaria" y el de
1962 es la "extraordinaria".
"Se trata de un doble uso del mismo y único rito", afirmó
el Papa.
El rito de San Pío V se puede utilizar cualquier día del
año, menos durante el Triduo Pascual (Semana Santa).
Cuando se trate de una misa sin la presencia de fieles, el sacerdote no
necesita permiso alguno para celebrarla.
Los párrocos deben aceptar "de buena gana" la celebración
de la misa en latín cuando se lo pida un grupo estable de fieles.
Se podrá celebrar cualquier día de la semana y se podrán
crear parroquias "tradicionalistas".
También se podrán celebrar por ese rito matrimonios, exequias,
bautismo, unción de enfermos, penitencia, etc. es decir todos los
sacramentos.
El Motu Propio no especifica la orientación del oficiante (en el
tridentino el sacerdote da la espalda a los fieles, mientras que tras
el Vaticano II se impuso lo contrario), por lo que el Papa deja libertad
de elección al sacerdote, que puede usar el viejo rito mirando
a los asistentes.
Si un párroco pone impedimentos a la misa en latín, los
fieles se podrán quejar al obispo, que deberá "satisfacer"
el deseo.
El documento entrará en vigor el 14 de septiembre próximo
Benedicto XVI ha pedido a los obispos que dentro de tres años le
manden un informe para conocer como ha ido la medida y les ha asegurado
que "si salen a la luz dificultades serias se buscarán soluciones".
El Concilio Vaticano II (1963-1965) introdujo el "Novus ordo missae",
la nueva forma de celebrar la misa, que permitía se hiciese en
los diferentes idiomas, lo que supuso la decadencia de la misa en latín.
En 1982 Juan Pablo II decretó que para oficiar por el rito tridentino
se tenían que recoger firmas y pedir el permiso al obispo de la
diócesis, que podía negarlo.
En estos años, escribió hoy Benedicto XVI, muchos fieles
familiarizados con la misa en latín y que aceptaron el Vaticano
II deseaban volver a celebrarla al ver que en muchos lugares la misa no
se celebraba de manera fiel al nuevo misal, "llegándose a
menudo a deformaciones de la liturgia al límite de lo soportable".
El Papa dice que habla "por experiencia", porque también
él vivió "aquel periodo con todas sus expectativas
y confusiones". EFE
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