18
de julio de 2007 Redacción Proceso Digital |
Tegucigalpa - La política de la chequera abierta que ha implementado la actual administración del presidente Manuel Zelaya comenzó a tener su efecto en los precios del mercado y con ello en la inflación que reporta el Banco Central de Honduras, aunque la misma busca ser matizada por los dirigentes de la institución bancaria. En los primeros seis meses del presente año la inflación llegó al 3.7%, superando la logrado en otros años en esta misma época. El hecho que la inflación comience a despuntar debería alertar al equipo económico, pero como el mismo es disfuncional y no orgánico, ya que no existe cohesión o unidad de acción entre la secretaría de Finanzas, el Banco Central y el ministerio de la Presidencia, para no mencionar a la secretaría de Industria y Comercio, que es el principal lunar negro de la actual administración. La política
del gasto fácil ya empieza a deteriorar las finanzas públicas
y ahora la administración habla que se cerrará el déficit
fiscal con un nivel mayor al 2.5 del producto interno bruto logrado
el año pasado. La inflación reportada no revela que variables cruciales como energía, en su variable de electricidad y combustibles, se encuentran distorsionadas debido a la política de subsidios que aplica Zelaya y su equipo gubernamental. Los precios de los combustibles se encuentran congelados desde el año pasado y no guardan relación con los costos internacionales, lo que provoca una represa en su estructura de costos internos y que cuando sean liberados provocará un alza sin control que impactará en los precios al consumidor. Asimismo, las tarifas de electricidad se encuentran represadas desde hace años, otro factor distorsionador en los costos de este servicio y que el gobierno no podrá sostenerlos en forma prolongada. Cuando los mismos sean ajustados a los valores de mercado, sea por una crisis de la empresa proveedora como la ENEE o porque en negociaciones con organismos internacionales pidan como condición un ajuste de tarifas. Los dos puntos anteriores representan una Espada de Damocles, ya que los subsidios han maniatado que los precios no suban más, pero también han provocado una distorsión en los precios reales, así como castigan las finanzas públicas al desviar recursos a estos servicios y no enfocarlos a combatir la pobreza en los sectores que realmente la padecen. El mismo gobierno carece de una estrategia para salir de la actual encrucijada, ya que no quiere elevar la inflación, pero sus técnicos saben que no podrán mantener por siempre la política de precios y tarifas controladas y subsidiadas. Otro elemento
que ha favorecido es la tasa cambiaria que no se ha movido por más
de un año, así como que el precio del dinero se ha reducido
vía bajas tasas de interés, pero que esta variable se
mantiene en la cuerda floja, ya que el gasto fácil del gobierno
puede presionar al alza las tasas bancarias. Los dos puntos, que en la jerga de los técnicos se conoce como inflación subyacente y en los países industrializados lo consideran vital, en Honduras es uno de los puntos más sensibles debido al extendido nivel de pobreza que afecta a la población. La alimentación contribuyó al alza inflacionaria de junio con un 37 %, a causa de los aumentos en artículos básicos como tortilla, fríjol, carne de pollo, leche en polvo, así como frutas y verduras. Mientras el componente de Electricidad, gas, Otros Combustibles, agua y alojamiento aportaron el 18.5 % al porcentaje de inflación de junio, que fue del o.4%. Asimismo, por zonas también se refleja el golpe a los pobre, ya que las zonas de oriente y central son las que reportan los índices más altos con 1.1% para Juticalpa y Danlí, 0.7 para la central, menos la zona metropolitana. |