El escenario único de la ceremonia fue el principal santuario
de este imperio precolombino que se originó en el año
1.000 antes de Cristo y se propagó por el corazón
de Sudamérica hasta su colapso en el siglo XIII de nuestra
era.
Sus
descendientes directos, los indios aimaras bolivianos, se rindieron
a los pies del futuro gobernante en una llamativa ceremonia a la
que asistieron decenas de miles de personas y cuya fidelidad con
los ritos originales fue, sin embargo, puesta en duda por algunos
expertos consultados por EFE en el lugar.
Hasta
el astro Sol, una de las principales deidades andinas, sonrío
la asunción de Morales, después de que durante horas
los rayos y las gotas de lluvia invitarán a pensar que se
iba a caer el cielo.
Como
en un viaje atrás en el tiempo, Morales fue bendecido en
un llamativo ritual en el que un "amauta" o sacerdote
andino lo invistió como máxima autoridad india al
entregarle una réplica del bastón de mando tiahuanacota.
Vestido
con un "unku" (túnica) y un "lluku" (gorro
cuadrado) de color guindo, Morales ascendió a la pirámide
de Akapana ante la atenta mirada de los asistentes, en su mayoría
campesinos, y el seguimiento permanente de los objetivos de las
cámaras fotográficas y de televisión.
Paradójicamente,
para la elaboración de esos tejidos fue usada la tecnología
digital, en una muestra clara de la adecuación de estos grupos
ancestrales a la modernidad, también visible en el uso de
teléfonos móviles por parte de algunos indígenas
presentes.
Tras
recibir el báculo de manos de Valentín Mejillones,
el principal de los cinco "amautas" que condujeron el
ritual, Morales se desplazó al templete de Kalasasaya y desde
allí habló a la impaciente marea humana.
Para
la mayoría fueron muchas horas de una sacrificada espera
que se alargó por la necesidad de madrugar para llegar hasta
el santuario, situado a 71 kilómetros al oeste de La Paz.
Los
más tempraneros fueron las autoridades originarias de las
provincias colindantes, allí desde el viernes, y que durmieron
en carpas levantadas en una explanada, en pleno altiplano de Los
Andes, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar y con
varios grados bajo cero.
"Hemos
estado sufriendo toda la noche porque hacía mucho frío",
afirmó a EFE Jacinta Chillo, una mujer aimara de la población
andina de Ancoraimi.
Al
igual que sus compañeras, Chillo lució una pollera
(falda), un manto colorido y el característico sombrero con
forma de bombín, mientras los hombres portaban poncho, chalina
(bufanda) y "lluchu", un gorro de lana.
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También
llevaron consigo su "chicote" o latigo para arrear
el ganado camélido, que en este caso tuvo otra finalidad.
"Vinimos
para celebrar el triunfo de Evo y hacer guardia comunitaria,
como los soldados, para proteger al flamante presidente",
explicó el "mallku" del "ayllu"
de Zapana, Pablo Mamani, en un castellano con un marcado acento
del campo andino.
Los
"mallkus" (cóndores en lengua aimara), que
son los jefes de los "ayllus" o comunidades de la
zona, tuvieron un papel esencial en el acto, pues fueron los
responsables de la seguridad en el recinto arqueológico
con el apoyo de centenares de efectivos policiales. |
Otros
llegaron al alba en centenares de vehículos que inundaron
los alrededores de Tiahuanaco y del pueblo aledaño del mismo
nombre, cuyos habitantes aprovecharon este acontecimiento sin precedentes
para hinchar el pecho de orgullo y aumentar sus ventas.
También
fue inédita la presencia de prensa extranjera, como destacó
el periodista boliviano José Manuel Moreno, al opinar que
es la "primera vez que se ve algo así" en su país.
En
su discurso, Morales dijo haberse sentido "conectado con la
fuerza" de las deidades y los pueblos indígenas andinos
y se comprometió a gobernar para eliminar su histórica
exclusión.
Esa
será su primera misión cuando sea investido el domingo
como el primer presidente indio de Bolivia, un hito que apunta a
cambiar la historia de la nación andina.
Visiblemente
emocionado, el presidente electo también prometió
refundar el Estado y pidió la unión de todos los bolivianos.
EFE
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