Tegucigalpa – La Iglesia Católica de Honduras recordó hoy que todos, en especial los sacerdotes somos “pastorcillos” y que Cristo es el “Buen Pastor”.
Así lo reflexionó el arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher, quien expresó que la tentación de ponernos en el lugar de Cristo es la más terrible para un presbítero, cuanto más para un obispo. Propiamente nosotros somos “pastorcillos” (zagales), ayudantes del Pastor.
Hoy se celebra el IV domingo del tiempo de Pascua y la Iglesia dedica este día a la figura de Cristo el “Buen Pastor”. En ese orden, el arzobispo de Tegucigalpa señaló que hoy es un bonito día para orar por nuestros sacerdotes. Y para que nosotros, pastores, lo hagamos por ustedes. Pero como toda imagen, es algo imperfecta. Me explico, propiamente Buen Pastor, es Jesús, solamente él.
“Buen Pastor” es una expresión que Cristo aplica a sí mismo, y lleva a su máxima consecuencia dando su vida en la cruz. Para nosotros, sacerdotes, aún con la mejor voluntad, toda imagen no deja de tener las inconsistencias propias de nuestra humanidad, agregó.
Y, en cualquier caso, no olvidemos que todos siempre seguimos siendo ovejas, y somos parte del rebaño, caviló.
En la Iglesia o vamos juntos o vamos desorientados. O nos conocemos unos a otros y nos amamos como somos, o perdemos el oriente, es decir, olvidamos el camino hacia el sol naciente, el día sin ocaso, que es Jesucristo y su Evangelio, apuntó el religioso.
Jesús es el Buen Pastor, conoce y ama al rebaño y a cada oveja, también las que están lejos, cerró.
A continuación Proceso Digital reproduce la lectura del día tomada del santo Evangelio según San Juan
Jn 10, 11-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre’’.