París – La democratización de la equitación, el remo o el boxeo a finales del siglo XIX inspiró a todo un elenco de artistas impresionistas, cuya visión de ese momento histórico irrumpe ahora dentro de la programación de Olimpiada cultural de París 2024.
Con 180 piezas de distintos medios artísticos, de las cuales 50 son pinturas, la muestra ‘¡En juego! Los artistas y el deporte 1870-1930’, que abre sus puertas desde mañana jueves al 1 de septiembre, apuesta por mostrar cómo el deporte inspiró a los impresionistas.
El deporte, en sus orígenes muy «anglosajón», «elitista» y «en el mundo privilegiado», cautivó a Francia tras la guerra franco-prusiana (1870), cuando empezó a desarrollarse en este país de manera «más popular, más democrática», explicó este miércoles el director del Museo Marmottan Monet, Erik Desmazières, durante la presentación a la prensa.
Este museo, ubicado cerca de las pistas de Roland-Garros, alberga las colecciones del mecenas francés Paul Mamottan, pero dedica gran parte de su espacio al impresionismo desde que adquirió pinturas del impresionista Claude Monet.
El despertar deportivo coincidió, según Desmazières, con un periodo en el que muchos pintores salían al extranjero y con la eclosión del impresionismo, que nació en la década de 1870 y se consolidó con el clásico ‘Impresión, sol naciente’ de Monet.
La internacionalización de las prácticas deportivas se evidencia en la muestra con la pasión que esta temática despierta en artistas con orígenes muy dispares.
Si bien la nacionalidad francesa predomina en el catálogo expuesto, hay excepciones como la del estadounidense Thomas Eakins, cuyo pincel capturó en repetidas ocasiones el remo, el mexicano Ángel Zárraga con ‘El joven futbolista’ o el brasileño Vicente Do Rego Monteiro con ‘Los boxeadores’.
En todas sus obras se puede apreciar la popularización del deporte en la esfera social, desde el intento de Eakins de retratar a deportistas como si fueran celebridades al individualismo de Zárraga o la práctica rutinaria de Do Rego Monteiro.
El deporte adquirió asimismo una gran espectacularidad gracias a «la construcción de grandes instalaciones deportivas, ya fueran estadios o hipódromos», detalló Desmazières, también uno de los comisarios de la exposición.
En Francia se construyeron entre 1870 y 1900 los hipódromos de Chantilly y Longchamp y paralelamente surgieron algunas estrellas deportivas, mientras que en Estados Unidos los combates de boxeo congregaron a grandes multitudes en los años 20. «El deporte adquirió una dimensión completamente distinta», subrayó.
El lenguaje también se hizo eco de ese cambio con la transición de ‘sportsman’ (hombre de deportes) a ‘sportif’ (deportista).
El papel de la fotografía y otras artes
Para los fotógrafos, el deporte también se convirtió en un atractivo, pues en la época «las páginas de los periódicos conformaban la promoción deportiva», explicó otro de los comisarios, Bertrand Tillier.
Las cámaras de Paul Richer y Georges Demeney, entre otros, sirvieron para capturar lo que la también comisaria, Aurélie Gavoille, define como el «cuerpo como máquina performativa».
En sus trabajos no solo se congela cada movimiento posible del cuerpo humano al ejercitarse sino que se refleja la construcción de un culto en el que los músculos hiperdefinidos van cobrando cada vez más protagonismo.
El francés Honoré Daumier optó por caricaturizar en láminas los deportes más físicos (boxeo, lucha o esgrima) y el trabajo para esculpir el cuerpo y el carácter de quienes lo practicaban.
Esculturas y pósteres son otros de los soportes a los que la exposición da cabida y que precedieron a la mediatización con la que los medios de comunicación y el cine, «en menor medida», según Desmazières, darían su despegue final al deporte.
Lo que ninguna de esas artes logró, según la exposición, fue terminar con el papel secundario de la mujer, que en las obras expuestas siempre aparecen relegadas a un segundo plano en la práctica deportiva e incluso con cierto erotismo en sus movimientos. EFE