Chasty Fernández López

¿Cuánto tiempo me queda? ¿Puedo vivir una vida normal? ¿Me curaré? Esas son las preguntas que tienen todos los pacientes con cáncer, a las cuales todos los médicos dudan en dar una respuesta definitiva, sin embargo, gracias a los enormes avances en los tratamientos, la respuesta a todas ellas podría ser: “las cosas pintan bien”.

Cáncer; Horrible palabra que todos escondemos, como si ignorándola pudiéramos evitar que algún día se alojará en nuestro cuerpo. Escondemos la palabra y escondemos los efectos… Craso error, porque las enfermedades son enfermedades y se habla del cáncer como se habla de las cardiopatías o de la diabetes. ¿Por qué esa diferencia, por su asociación con la muerte? Hoy por hoy, mueren en el mundo más hombres y mujeres por enfermedades cardiovasculares que por tumores y, sin embargo, nadie teme decir “ha muerto de un infarto”.

El cáncer lo cambia todo. Y una de las cosas que más se notan después del diagnóstico son los cambios en el día a día: los horarios, las rutinas, las actividades, etc. El día a día para una persona con cáncer es muy diferente al que tenía esta misma persona antes del diagnóstico: la vida pasa a girar alrededor del tratamiento, las visitas al hospital, los intensos dolores que desgarran el corazón.

El tratamiento obliga a ir al hospital con cierta frecuencia, que va a depender de cada persona. Además, el día antes se suele pedir otra visita al hospital para hacer un análisis de sangre, con el que se quiere comprobar si la sesión de quimioterapia que toca se puede hacer con normalidad. Después de la sesión es frecuente pasar unos días con un cierto malestar por los efectos adversos de este tratamiento.

A veces cambian los hábitos alimenticios, sobre todo si el tratamiento provoca náuseas, vómitos o llagas en la boca. Y suele aparecer fatiga, que complica hacer las actividades del día a día. El sueño también se puede ver alterado, a veces por las preocupaciones relacionadas con el cáncer.

Normalmente escuchamos discursos positivistas que vienen a decir que el malestar es una cuestión de actitud, los cuales se alejan claramente de la realidad. Y que incluso pueden hacer que una persona se sienta culpable por el hecho de encontrarse mal. Una manera de hacer más llevaderas las dificultades del día a día es disfrutar de los buenos momentos, de tener el apoyo de personas que te estiman y aman.

Son estos momentos los que, además de aportar calma, nos permitirán olvidarnos por un rato que estamos enfermos. Normalmente llevamos un estilo de vida basado en la rapidez, el estar bien para los demás, en que nos cuesta concentrarnos por los muchos estímulos que llaman nuestra atención (alarmas, llamadas, pitidos, redes sociales, etc.).

Debemos darnos permiso para estar mal cuando el cuerpo lo pida. La rabia, la tristeza o el miedo son sentimientos normales. Igualmente, darnos permiso para reír, aunque quienes estén a tu alrededor no comprendan tu situación. “Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, y, en mi caso, soy una persona que cada día trabaja en ser positiva y no dejarse vencer” Amalia 45 años.