Tegucigalpa. – El tsunami político que se esperaba desataría la sentencia condenatoria de narcotráfico en contra del expresidente Juan Orlando Hernández, se convirtió en chubasco. La reacción de las elites políticas ha sido de blindaje, ninguno de los partidos políticos ha querido dar la cara para reflexionar los alcances de lo acontecido en la corte del distrito sur de Nueva York, ninguno habla de depuración interna, ninguno aborda el tema del financiamiento ilícito de campañas, ninguno anuncia o abraza la necesidad de impulsar reformas electorales.
Un mes después de la sentencia condenatoria contra el expresidente Hernández, la respuesta de los partidos políticos ha sido la de impulsar el proceso electoral: en el Partido Nacional, contra todos los pronósticos, la esposa del exgobernante, Ana García de Hernández, anunció su interés de correr por la presidencia y visita y se reúne con sus correligionarios en aras de dar forma a su movimiento político. La exprimera dama pregona la inocencia de su marido en un intento por impulsar el borrón y cuenta nueva, además de obtener una cuota de poder y de autoprotección. Busca probar la impunidad del sistema.
Los nacionalistas, como partido político, emitieron un único comunicado sin pedir disculpas al pueblo, menos a un País, al contrario, se mostraron ofendidos por el escarnio público y la “sobredimensión de las causas” por las que fue condenado Hernández. En el Partido Liberal y el Partido Libertad y Refundación (Libre), el silencio ha sido su estrategia. En Libre, la campaña política ya inició, al menos tres corrientes políticas internas se disputan la candidatura presidencial por ese partido político, en una campaña en donde el derroche de recursos no amerita ser contado, es evidente.
Los liberales, en tanto, andan buscando candidato, siguen una brújula sin rumbo exacto, saben que pueden ser el fiel de la balanza en el próximo proceso electoral, pero la fragmentación y las ambiciones de poder son tantas, que a los cacicazgos en ese partido no les importa en la próxima contienda sellar el fin de ese centenario partido político.
El resto de los partidos políticos, siguen buscando su identidad, y al igual que los tres mayoritarios, ninguno—a nivel institucional– se ha plantado a la población para decir cómo ese juicio afecta al sistema de partidos políticos, cómo lacera la democracia, cómo mina su confianza y credibilidad en la política y los políticos. El sistema de partidos políticos enmudeció y su estrategia parece centrarse en llevar al país a modo electoral. Las voces que salen de los partidos políticos para advertir los alcances de la condena de Juan Orlando Hernández (JOH) son a nivel individual, son las de siempre, pero sus organizaciones políticas prefieren ser ciegas, sordas y mudas.
El tsunami político no ocurrió, los próximos juicios por venir en las cortes estadounidenses, seguirán apuntando a un sistema político de partidos perforado, contaminado, pero sin fuertes reacciones entre sus liderazgos. La apuesta es a crear más partidos políticos, aunque ello no necesariamente sea más democracia o robustecimiento de ésta. Las elites políticas seguirán culpándose entre sí de los problemas, generando distractores y ofreciendo promesas a un electorado cada vez más desencantado con la democracia.
Los partidos políticos le apuestan a mantener la regularidad electoral, ignorando las inconformidades. El discurso se centra en la judicialización de la política, en el fantasma del fraude, y el manejo de casos de corrupción como oportunidad política del momento. La persecución del delito se centra en figuras que carecen de fuertes penas en la legislación, mientras las grandes redes criminales de corrupción y criminalidad organizada siguen operando, desafiando al sistema, la institucionalidad y a sus autoridades.
La transparencia en el financiamiento de las campañas políticas no es el objetivo central de cara al proceso electoral, las reformas electorales siguen en pausa, y aunque hay indicios que el dinero del narco sigue penetrando las campañas políticas, desde el parlamento, no hay contundencia para dar dientes a los entes responsables de frenar o detectar este ilícito. Un alcalde ha sido acusado de tener nexos con el narcotráfico en el sur del país, se encuentra prófugo y en la Unidad de Política Limpia dicen que lo requirieron en su momento, que presentó documentos no tan convincentes, pero no lo sancionaron, al contrario, archivaron el caso.
La interrogante es hasta dónde los marcos normativos e institucionales que regulan el sistema de partidos políticos están preparados para funcionar con sistemas partidarios cada vez más complejos e inestables. Hasta dónde, la condena al expresidente JOH potenciará reformas para el cambio o reagrupará a las fuerzas políticas en nuevos pactos de impunidad, disfrazados de “gobernanza y gobernabilidad” para protegerse del miedo a seguir el camino de JOH, un expresidente que según la corte del distrito sur de Nueva York, usó el poder para conspirar y poner el Estado al servicio del narcotráfico dándoles protección, usando las fuerzas del orden y permitiendo crímenes para sacar a quien estorbaba en el camino.
Cuál será el discurso de integridad electoral y política que nos ofrecerán en el camino los aspirantes al solio presidencial: ideológico, de transformación, o de una brisa marina que refresca, pero no elimina el calor, refresca, pero no borra la humedad, menos la impunidad. La víspera nos dirá como se viene la fiesta. El tsunami político se convirtió en chubasco sin cosquilleos para las elites políticas que parecen apuntar a la desinstitucionalización de su sistema de partidos y de la democracia.