Colonia (Alemania).- El ingeniero aeronáutico Pablo Álvarez forma parte ya desde este lunes del cuerpo de astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA), lo que le acerca un paso más a su viaje a la Estación Espacial Internacional (EEI), donde le haría feliz hallar una cura para alguna enfermedad y le permite soñar con más fuerza en pisar un día la Luna.
En una entrevista con EFE después de la ceremonia de su graduación, Álvarez confesó estar «muy contento», porque «es un paso más hacia una misión espacial».
«Lo que significa esta graduación es que a partir de hoy la ESA nos puede asignar una misión», lo cual no quiere decir que él y los otros cuatro nuevos astronautas europeos vayan a dejar de entrenar, agregó.
Ahora seguirán formándose en Houston (EEUU), en Canadá, y también en Europa «para estar lo más preparados posibles para cuando llegue esa misión».
«Pero desde luego que es un día importante. He conseguido que me den las alas de astronauta, que es algo también muy soñado por todos los candidatos astronautas», pues pasas a pertenecer al cuerpo de astronautas de la ESA, afirmó.
Próxima misión, la plataforma orbital
El primer objetivo es viajar a la EEI en una misión de seis meses.
A la vuelta, cuando cuenten con «ese bagaje y esa experiencia» de haber vivido en la EEI, estarán preparados para ir un pasito más allá.
Y «por qué no, intentar conseguir un asiento, una misión Artemis en la próxima década e ir a la Luna, claro», dijo el leonés.
Según la ESA, Pablo Álvarez podría viajar como pronto a principios de 2026 a la EEI.
Cada astronauta participa en unos 200 experimentos distintos en una misión de larga duración, ya sean fisiológicos, humanos, de medicina, de física, de observación de la Tierra y de las estrellas o de prevención de catástrofes naturales, entre muchos otro, de manera que se hace difícil seleccionar uno, afirmó.
«Desde luego lo que más me gustaría es participar en un experimento en el que encontremos esa pieza que nos falta para descubrir una cura para una enfermedad o desarrollar algún medicamento que ayude a mucha gente aquí en la Tierra. Y es quizás la parte que más me llena del trabajo» señala.
Consciente del peligro
Por otra parte, el astronauta no niega que en algún momento se le pasa por la cabeza que hay cosas que pueden ir mal, porque «esto sigue siendo algo peligroso».
«Por otra parte, ese miedo también ayuda a descargar esa adrenalina, a estar más preparado, a centrarte en el entrenamiento y minimizar cualquier riesgo al mínimo», señaló.
Al fin y al cabo «me voy a subir a un cohete de 70 metros, me va a mandar fuera del planeta, voy a estar orbitando la tierra a 28.000 km por hora, eso significa dar una vuelta cada hora y media a la Tierra», explicó.
«Voy a vivir seis meses en el espacio, donde lo que te separa del vacío son 3 milímetros de aluminio y luego tengo que volver a la Tierra, frenar, de 28.000 kilómetros por hora a cero, caer en el medio del océano, que venga un barco a recogerme».
Si todo sale bien, lo que espera, añade, seguirá entrenando y preparándose para la siguiente misión.
Aunque la ESA cortó todos los lazos posibles con Rusia a nivel científico tras la guerra de agresión rusa en Ucrania, es cierto que en la EEI, «una instalación única en el mundo», se sigue colaborando, «porque es una estación conjunta» y se necesita a ese país para seguir operándola, indicó Álvarez.
«Cuando estás dentro de la estación estás viviendo con personas, no vas a ver fronteras, vas a estar en un modo muy operativo y de convivencia con ellos», aseguró.
En este sentido, en la relación con los cosmonautas rusos, «la parte política queda un poco más atrás», aseguró.
La promoción de astronautas de 2022, entre los que figuran Álvarez, la francesa Sophie Adenot, la británica Rosemary Coogan, el belga Raphaël Liégeois y el suizo Marco Alain Sieber, además de la australiana Katherine Bennel-Pegg, se incorporó hace un año al Centro Europeo de Astronautas para formarse al más alto nivel de exigencia según lo especificado por los socios de la EEI.
Las clases incluían asimismo el idioma ruso, en el que Álvarez logró alcanzar el nivel B2, aunque a la invitación de decir unas palabras dice -entre risas aunque en ruso, eso sí-, no saber si está preparado. EFE/ir